domingo, octubre 29, 2006

Torta special

Cuando abrí la puerta no lo podía creer. Era de una pandería y me traían una torta.
Fui hasta la cocina, abrí el paquete, y sobre la cobertura de chocolate blanco decía: “No me olvides”, abrí la tarjeta y leí: “Te amo, Renata”.

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sábado, octubre 28, 2006

Ser solitario (II)

¿Significa algo tener la casa para “una sola”? ¿Significa algo servirte un Syrah y tirarte en tu sofá preferido y leer a la Yourcenar? ¿Qué “fuegos” arden, mi amor, cuando el sentido de la vida está lejos, o confuso, u olvidado? ¿Qué arde en mí, tan lejana, tan cosa, tan helado de sambayón al whisky? ¿Qué se va quemando, de a poco y que me ahoga como el haschís aquí adentro, muy adentro? Poné, poné tu mano, sentí: la nada. Pero hace tic-tac. La nada, la náusea ¿de golpe sartreana? De Marguerite a Jean Paul (y no el alemán, justamente)? No. Dejo que ella, Yourcenar me queme; me quema con su “treta del débil”, me quema y me hace pensar en todas las mujeres que amé, en todas las mujeres que ¿amo?
Hmm, el libro cae, lo dejo que se vaya, dejo la copa a un lado, me estiro, intento encontrarme, pensarme. Hmm. El cuerpo tieso se va relajando, la mano busca debajo de la camisa el pezón, lo acaricia, intenta que surja de su nada de soledad. Puedo sentir cómo se levanta, cómo choca contra mi dedo. Mi otra mano va hacia abajo, por debajo del short, juega con los vellos. Trato de sincronizar el movimiento. Descubro que ya estaba mojada ¿la metafísica excita? Me voy dando vuelta de a poco, cuidando de no caerme. Mi dedo sabio ya encontró su camino, lo recorre, acaricia la rosa más preciada, la más profunda. Siento algo de electricidad, una sacudida. Siento que puedo empezar a dar vueltas como una calesita, siento que el vértigo está ahí nomás; siento... que ... acaban de tocar el timbre.

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viernes, octubre 27, 2006

Skin deep

Siempre me llamó la atención que esa frase significara: superficial; por extensión aquello que no es más profundo que la misma piel; aquello que no es profundo at all.
Skin tuya sin mí; deep en la garganta azul del mundo; fucking gris como el rescoldo de la memoria. Sola, skin; deep sin vos. Me dejás, te vas, te vas a otros brazos, más amorosos ¿quizás? Fuego, agua; maternidad sostenida sólo por la teta.
Sin skin voy, andando; fucking verde de estas plantas que riego ¿o son mis lágrimas?
Casandra, ya nadie te escucha, y si lo hacen no te entienden. No hay grito peor: el que sale deep del ombligo.
Don’t break my heart. I U SHE canta Peaches, come on baby let’s go. Don’t break my glass ball. I want I nEEd to see the future: only skin deep miles away from home.

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miércoles, octubre 25, 2006

Ser solitario

“Eso no matará tu ser solitario”, me dijo Andrea, y esa frase me quedó rondando estos días. Si dejarme llevar por el deseo de la otra no mata mi ser solitario, entonces ¿qué es lo que lo está matando? M siento casi como una vegetal, o una de esas plantas parásitas: adornan pero nada de nada. Siento que soy un adorno para la vida de Renata y siento que no estoy haciendo nada con la mía.
Trabajo, sí por cierto, y mucho. Leo, casi demasiado, pero me descubro escondiéndome detrás de los libros, de la computadora; me descubro encerrándome en mi escritorio, inventando excusas para no salir, para no estar mucho con Renata.
Ella se da cuenta, pero ha tomado esto como una especie de cruzada, y estas cosas no me agradan mucho. Ella se queda, en silencio, ronda la casa, en vez de ponerse con su cosas o ir a su lugar o salir con sus amistades. Me molesta tener que encerrarme en un cuarto de mi propia casa, cuando justamente decidí arreglar esta casa por lo espaciosa, por lo aireada, pero apenas traspaso la puerta del escritorio, allí está ella, toda sonrisa, con mates o café o cerveza cuando yo no le pedí nada, y se va transformando en una especie de sombra.
Si le digo algo, lo toma a mal, se pone a llorar, le pido disculpas e inexorablemente terminamos en la cama, haciendo (d)el amor algo desapasionado, para cumplir con las formas.
No estoy preparada para los rituales de las parejas comunes y corrientes, quizá no estoy preparada para vivirlos y construirlos con Renata. De todas formas este fin de semana se va a Córdoba yseguro allá ella pondrá en movimiento su otra historia, su otra mentira vital. ¿Cómo puede vivir con éso? ¿Cómo puede vivir así? Pero estoy seguro que allá la aman más de lo que yo la quiero. Es una bella persona, me mueve cosas, pero no cuando estamos tan pegadas, tan juntas.

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domingo, octubre 22, 2006

Cena con la Lectora

Fue en casa, y junto a Renata. Quería que Andrea conociera la nueva casa, que viera cómo había quedado mi nuevo escritorio, que reconociera por allí algunos regalitos que me hizo.
Renata hizo de más que anfitriona, y noté que se esforzaba mucho por querer hacer ver que somos “una pareja”. La dejé hacer, no quise oponerme, eso somos, en eso estamos. Andrea no terminaba de entender bien qué pasaba allí, y creo que tampoco se creyó mucho lo de “la pareja”.
A Renata le conté a grosso modo qué había sucedido entre la lectora y yo; qué espacio ocupó en un tiempo de mi vida. La preocupación de Renata es que no era justamente en mi prehistoria, pero sí un tiempo algo cercano. La tranquilicé diciéndole que ya fue, que por eso quería que ella compartiera esa cena.
Andrea nos contó sus andanzas en México, cómo se enganchó con la causa de Ciudad Juárez; que empezó a escribir una novela; que todo este tiempo estuvo sola.
- En México y sola? no te puedo creer dijo Renata, con todas las lesbianas que hay por allí.
- Sí, quizá sea así, pero tal vez no encontré la que sea para mí. Me gusta la soledad y me la banco, no quiero estar por alguien por estar, le contestó de una forma que me congeló el estómago.
- Con Elvira estuvimos charlando sobre hacer un viaje, y unos de los posibles lugares es ese país, pero sus costas, las playas, le dijo. Yo quiero descansar, dijo Renata, ella quiero ver cosas culturales, librerías, bibliotecas. Yo también, además allá hay toda una tradición en títeres de papel, pero si quiero descansar, quiero hacer eso.
- Es un país muy bello, dijo Andrea. Les fascinaría, y de hecho, si ando por allá de nuevo, cuenten con mi espacio en el DF, al menos.
- Gracias Andrea, dije, pero apenas estamos empezando a planear esto de viajar juntas; ya sabés mi ser solitario se opone aún un poco a eso, dije sonriéndoles a ambas; y para mi sorpresa Andrea me respondió mirándome directo a los ojos: “No te vendría mal alguna vez dejarte llevar, dejarte llevar por el deseo de la otra. Eso no matará tu “ser solitario”.

jueves, octubre 19, 2006

Desayuno con la Lectora

Fui a desayunar a “La mariposa”, hacía un tiempo que no iba y quería saber cómo andaban las cosas de los chicos, y el bar.
Estaba leyendo el diario, frente a mi capuccino, cuando sentí que una mano se posaba en mi hombro y alguien alguien me decía: “Hola, Elvira”. Reconocí enseguida la voz, pero no lo podía creer hasta que di vuelta la cabeza. Era Andrea y estaba allí sonriendo, me levanté y nos abrazamos fuerte, largo. Podía sentirle cómo le latía el corazón.
La invité a que se sentara a tomar algo, ¿volviste? le pregunté.
- Hace un par de días que estoy en Santa Lucía, y antes estuve una semana en Buenos Aires, haciendo unos trámites, me dijo.
No podía dejar de mirarla y agarrarle una de sus manos. Sentía como una pequeña fiesta en mi interior.
- ¿Te quedás más días por acá?
- Algunos, tengo que hacer cosas antes de volver a México en diciembre o fines de noviembre.
- Contame qué hiciste, cómo te fue? Ya sé, que no será para contarlo en media hora, pero quizá nos podamos ver otro día ¿qué te parece?, le dije.
- ¿Querés que nos veamos? ¿De verdad? me preguntó.
- Sí, ¿por qué no?
- Es que, no sabía, me enteré que estás en pareja...
- Y eso qué tiene que ver? ¿No podemos charlar como viejas amigas? le dije, queriendo creer en lo que le estaba diciendo.
- Bueno, podemos comer un día aquí y charlamos; ¿seguís teniendo el mismo teléfono?
- El de la oficina es el mismo, el de casa es 4-...
- No, mejor no me des el de tu casa.
- ¿Qué pasa Andrea? Si me lo decís, quizá puede comprender un poco lo reticente que estás a que nos veamos.
- Sabés qué Elvira? Para mí lo que pasó con vos fue muy fuerte, y no estoy segura, yo, de poder verte sólo “como una vieja amiga”. Si vos me ayudas, quizá pueda hacerlo.
Tragué saliva, lo menos que me esperaba era una confesión de este tipo, a esa hora de la mañana , en este mes de octubre, a casi 10 meses de haberla visto por última vez.
- Bueno, le dije, hay formas de encontrarse y poder “keeping it cool”.
Se sonrío. “Me tengo que ir, pero te llamo; o nos dejamos los mensajes con los chicos”.
Pedí otro capuccino e intenté leer el diario, pero lo único que volvía a mi cabeza era una la frase que ella había dicho recién y la escena de la última vez que nos vimos.

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martes, octubre 17, 2006

La cotidiana

A ver, cómo lo puedo decir. Sí, con Renata estamos en la cotidiana: ver quién hace qué en la casa (hablo de la mía, ya que es ella la que más se desplaza para acá), ni hemos hablado de convivir 24 horas y siete días a la semana, la que suscribe cree que no sobreviviría. Pero aquí estamos: que la que cocina no lava los platos; que quien limpia el patio; cómo hacemos con la ropa de cama y el baño; en fin, esas menudencias que denuncian una vida en común, por más limitada que esté. A veces no deja de darme un escalofrío cuando me pesco a mí misma haciendo gestos que pueden llegar a parecer los de una pareja bien conformada. No sé. Sospecho que es así la vida, pero no puedo dejar de reconocerme como una mujer de acción.

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domingo, octubre 15, 2006

Viajes

Renata quiere que viajemos, que viajemos juntas, que tracemos un itinerario y que nos vayamos. Ella quiere lo más natural, más verde, más islas; yo quiero las viejas capitales, el empedrado de París, las sombras de sus calles, sus buhardillas; quiero Berlín, quiero Praga.
- ¿No podés dejar de ser literaria por un minuto? me dice.
- No, no puedo, eso es lo que soy, Renata, además esas ciudades me gustan más allá de la literatura. También quiero volver a La Habana, caminar por su malecón, perderme por esos rincones que de seguro desaparecerán dentro de poco tiempo.
- Ah, ves, ahí sí. Un día en La Habana y luego las playas.
- ¿Un día en La Habana? Vos está loca, a mí no me alcanza, por más que ya conozca. Por suerte allí hay dos playas muy lindas: una, la Santa María del Mar, la otra, Guanabo, de la zona en donde vivía y lo apresaron a Virgilio Piñera.
- Ves, ahí vamos de nuevo.
- Es la solución, le digo, vos te vas todos los días a las playas (hay más que esas dos) y yo recorro de nuevo la ciudad, visito a gente amiga.
- ¿Gente amiga? me mira directo a los ojos.
- No mezcles mi biografía anterior a tu llegada a mi vida, con la posible realización del viaje.
- ¿Cuánto viviste en La Habana? me pregunta trayendo otro porrón de Stout.
- Dos años, muy intensos por cierto. Tengo grabada a fuego esa ciudad en el corazón, y la gente que conocí, y (mirándola también directo a los ojos) a la que amé, eso no lo puedo, ni quiero negar.
- ¿Sabés qué Elvira? Me parece que la solución para este viaje, sería ver entre los lugares que ninguna de las dos conoce, elegir uno y empezar por allí. ¿Qué pensás?
Me levanté , la agarré por la cintura, la besé en el cuello, la atraje bien hacia mí, la abracé fuerte, fuerte: “Te amo”, le dije, “Te amo”, repetí. “Te deseo”, le dije, “te deseo” en cada ciudad que conocí, en cada rincón que recorrí, en cada cama que me ayudó a descansar y a amar.
- Me mentís, lo sé, me dijo; me mentís pero lindo, me hacés que te lo crea.
- Creeme, Renata, creeme. Creé que por primera vez en mi vida empiezo a ver claro, a sentir claro; creeme que cuando se mezcla el deseo y el amor y el sueño y la fantasía hay un solo nombre: Re-na-ta, el tuyo.

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viernes, octubre 13, 2006

Poema de Melisa

Hoy recibí por mail este ¿poema? de Melisa:

Te sepulto, nena, bajo los escombros,
bajo las cenizas de mi alma.
Te sepulto y escarbo para volver
a enterrarte, viva, en mi corazón
ya vacío. Te miro a los ojos
como una perra mira a quien
le da de comer o le hace una inútil
caricia en su lomo. Te sepulto, nena,
te borro; te como con pena y escupo
el nombre secreto que supiste darme.

M. L.


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jueves, octubre 12, 2006

Preocupación de una amiga

Una amiga, de casi mi misma edad, fue a un cumpleaños, la estaba pasando bien hasta que comenta en cierto punto de la reunión: “Claro, cuando yo terminé el secundario en el 82, bla bla bla”, y la chica que estaba a su lado se empezó a reir, y le dijo: “Es el año en que yo nací”.
Mi amiga me dijo: “Ay Elvira, qué podía hacer ante esa realidad, esa piba nacía cuando yo estaba terminando el secundario”, y suspiró: “No puede hacer nada, de nada, y eso que me hubiera perdido en esos labios que me trajeron a la realidad de golpe. La hubiera comido a besos, pero no pude decirle nada”.


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miércoles, octubre 11, 2006

Encuentros

¿Qué sucede cuando dos personas se “encuentran”?, y remarco el encuentran dándole un sentido amplio, el más amplio que tenga.
Una puede pensar que hay varios niveles de encuentros: reales, casuales, virtuales, cósmicos, metafísicos, químicos, etílicos, florales; encuentros que se dan en todos los cuerpos que nos conforman.
Encuentros al cubierto, al desnudo; con máscaras, a cara descubierta o con la cara pintada en son de guerra; encuentros en dos lenguas, en tres lenguas, con la lengua más profunda de la noche.
Encuentros a la luz del día, en penumbras, con la luz del baño encendida, con candelas, a la hora de la siesta, en los zaguanes, debajo de los puentes; de madrugada y contra el insomnio.
Encuentros en donde sólo suenan los jadeos, resuenan los gritos, arrullan los susurros, ahogan los gemidos, tiemblan las camas, se mojan los colchones, una lámpara cae de su mesa de luz.
Encuentros en donde la diosa realiza su acto más sagrado, donde las brujas se sacrifican al lado más oscuro de la carne, donde las locas recuperan la lucidez del deseo, donde las cuerdas se pierden para siempre en la no consciencia del orgasmo.
Encuentros que vamos coleccionando, olvidando, dibujando, escribiendo, fotografiando; cada cosa en su lugar y un lugar siempre vacante para aquella cosa que falta por tanto sobrar.

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sábado, octubre 07, 2006

Paños fríos

Recién se va Renata para hacer unas compras y tengo la chance de acercarme a la computadora: hace un día y medio que estoy con fiebre, digamos desde que salí del bar el otro día. Fue como un pico atroz de 38 y 39 grados que no bajaba, hasta hace un par de horas.
Me quemaba todo el cuerpo, empezando por mi mano. Quedé muy mal por lo que hice, pero Melisa me llevó al límite, me golpeó bien bajo. En fin, ya está. Recordé que la primera vez que trancé con alguien (Gloria) mientras ya salía con Melisa y se le dije, fue ella la que me abofeteó. Estoy en contra de la violencia, la violencia en mí o en ella, en otras; y estoy de acuerdo con que si alguien te golpea no te quiere, como suelen decir las campañas españolas sobre todo, pero esto era como hacer cerrar la boca, que eso que se está diciendo no se diga. No lo sé, no me jacto, y me parece terrible. Es algo que debo revisar en mí, es algo de lo que aprender.
No me extraña haber caído en cama, con fiebre. No me extraña estar así como eliminando toxinas, como limpiándome.
Cuando llegué a casa después del encuentro con M. lloré mucho, y pude contarle lo que había pasado a Renata. Hablamos mucho hasta que sentí que me estaba cocinando de fiebre.
Lo que recuerdo con claridad es lo que ella me dijo: “A mí ni se te ocurra levantarme la mano”.

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jueves, octubre 05, 2006

The thrill is gone (B. B. King)

Respiré hondo, levanté el teléfono y la cité a Melisa en el Bar enfrente de la plaza de la Congoja. Le dejé un mensaje, y a la hora que le había dejado dicho, bajé de mi oficina y crucé la calle. Para mi sorpresa ella ya estaba allí, y creo que para la sorpresa de Laura, la moza, también, ya que no entendía muy bien qué andaba pasando.
Después de hacer un rompimiento de hielo, de contarnos cosas que olvidaríamos para siempre dentro de cinco minutos, le dije directamente:
- Melisa, quiero nos dejemos de ver. Quiero decir con esto que me dejes de buscar o hablar o lo que sea. Por un tiempo (si es largo, mejor) no quiero saber nada de vos.
- Bueno, bueno, salió la cana que tenés adentro, poniendo límites.
- No intentes dar vuelta la tortilla que esta y por tu lado está bien quemada, Melisa, y yo prefiero que guardemos lo bueno que nos pasó.
- Y que vos intentás una y otra vez de borrarlo, Elvira. Yo no sé si te puedo prometer eso, de no buscarte, es más, después de nuestro último encuentro corté con Silvia...
- ¿Qué? ¿Pensabas que me ibas a recuperar diciéndome lo de Renata?
- No, corté por mí, sólo por mí. No sabía si te iba a volver a ver, y lo hice por mí, al fin y al cabo no la amo.
Suspiré hondo, pero muy hondo: “Melisa, sólo para que sepas, sigo estando con Renata y es a ella a quien quiero, y con quien quiero estar”.
- Qué raro vos jugando un papel secundario ¿no?
- Por qué no te vas a la mierda un poco, pendeja insolente! le dije desde el fondo de los ovarios.
- Ahora soy pendeja e insolente, y vos ¿qué sos? ¿La super madura? o ¿una vieja chota que no sabe de qué cuerpo joven sacar sangre fresca?
No puedo decir ni lo que hice, ni lo que le dije. Me da vergüenza, me siento mal. Pero me fui de allí mordiendo astillas de odio como nunca pensé que me podría pasar. Nunca. Salí del Bar, Laura salió conmigo hasta la puerta: ¿Estás bien? me preguntó. “Sí” le dije mirándome la mano que casi no reconocía como mía.

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miércoles, octubre 04, 2006

Give me one reason (Tracy Chapman)

Música de fondo para el alma, para el retorno. Música para curar, lamer, dulcificar heridas. ¿Quién le va a pedir razones a la otra? ¿Yo? ¿Renata? Dice el tango: mano a mano hemos quedado. Tabula rasa: maná para los dedos carcomidos; para los pelos crecidos.
El cuerpo de Renata surge como un barco fantasma en el horizonte de mi cama. La veo dormida. La veo descansando después de haber hablado, después de haber hecho el amor. La veo allí, una pierna asoma por debajo de la sábana. Noto que su pie es chico, redondo, rosado. Me dan ganas de ir a besarlo, de ir subiendo por esa pierna depilada (por el vestido); me dan ganas de ir a jugar con ella y pensar que este barco fantasma no lo es tanto.
Este es el segundo pacto que hago con alguien. El primero fue con Melisa, pero ese es diabólico. Con Renata intentaremos construir desde la apertura (¿?). Ay Elvira, lo tuyo es de culebrón sudaca, malo, pero cuando mirás atrás, hace como dos años, antes de empezar a llevar el blog, ¿qué había en tu vida? Parecías una gata callejera buscando refugio, refugiándote en cualquier cama, junto a cualquier cuerpo. Pero esto era aún antes ¿no? Uy, ¿no te da vértigo recordar esos años? y ¿París?, y ¿New york? ¿No te da vértigo pensar en aquellas para las que fuiste alguien en algún momento? No, no es recuento de presas, no soy, nunca me sentí cazadora, pero quizá llega un momento en la vida en que viene bien ponerse a mirar para atrás, sin tanta ira, reconociendo que aquella que fuiste sos vos. Ese es tu background, es lo que te conforma.
Creo que no puedo seguir escribiendo. No sólo sentí que Renata se dio vuelta en la cama, sino que ahora quedó con medio cuerpo descubierto, y es aún más invitante.

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martes, octubre 03, 2006

El secreto de Amanda (post nro. 300)

- Y ahora ¿qué harás? me preguntó Amanda pasándome un mate.
- ¿La verdad? No sé. En realidad quiero intentarlo con Renata.
- No ves, no ves que sos de lo peor.
- Vamos Amanda, vos sabés lo que siento por Melisa, pero ahora que sé dónde está Renata y dónde estoy, quiero seguir con ella, ver qué podemos sacar de bueno.
- Ay amiga del alma, no sé qué decirte.
- Raro te dejé sin palabras! le dije.
- No, esas chicas me dejan sin palabras o consejos y a vos sin aliento. ¿Querés que te confiese algo? me preguntó bajando la voz Amanda, ya que su hija andaba por allí cerca.
- Sí, qué pasa?
- A pesar de todo te tengo envidia, mucha envidia, buena ¿me entendés?
Me la quedé mirando; en los años que la conocía era la primera vez que se “quejaba” de su no estar en pareja.
- Estas loca, vos? No te convendría envidiar a otra persona?
- No, es que vos vivís tan a fondo estas relaciones, te equivoques o no; te caguen o no, las engañes vos a ellas o no. Sos apasionada, y eso me gustaría ser un poco a mí también, dijo Amanda, mirando hacia afuera, por la ventana.
Le tomé la mano, casi instintivamente: “Podés intentarlo...” La sacó rápido, y se quedó mirándome fijo: “No, Elvira, ahora no. Por ahora no puedo nada. Somos amigas, pero hay cosas que vos no sabés”.
- Y vos tampoco de mí, Mandi. Es así, siempre tenemos ese espacio secreto, tan necesario para poder seguir viviendo sin ser invadidas del todo.
- Elvira, me creerías si te digo que hace tiempo estoy enamorada de una persona que nunca me prestó atención?
- Eso es imposible! Es una tonta, entonces, dije.
- ¿Tonta? Yo no dije que fuera una mujer.
- Disculpá, Mandi, me sale por default el femenino.
- Está bien, no es un problema, pero bueno, me tengo que poner a cocinar ¿te quedás?
Jamás la vi así, irse por la tangente, pero me hizo bien saber que ella se fija en alguien.

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lunes, octubre 02, 2006

Con las cartas sobre la mesa (II)

Ay, ay, ay Elvirita, no hay nada peor que querer saber, no hay nada peor que hurgar en las heridas ajenas, en las propias. ¿Qué sacás en limpio? ¿De qué te sirve ahora saber?
Ya hace un día que se fue, un día que no sabés de ella, un día y vos no agarrás el teléfono, no la llamás para saber cómo está, pero ¿vos cómo estás? El pelo te va creciendo, la herida que te dejó el piercing en el pezón, y que vos te sacaste ya hace un tiempo, va cerrando; ¿pero cómo estás? Tenés la data y ¿qué hacés con eso? La prima de Córdoba no es prima, es su pareja con la que también intenta terminar desde hace un año, y no pueden cerrar la relación del todo, es por eso que cada vez que va para aquellos lugares para en su “ex” casa, con su ex.
- Mi relación con vos intenta ser otra cosa, Elvira. Te amo, y quiero estar con vos; me gustaría que pudiéramos construir algo entre las dos.

Te quedaste mirándola, pero en realidad mirabas más allá; mirabas como hacia atrás pero en el futuro. Sin duda alguna Laurie Anderson tenía razón en citar a Burroughs: “Language is a virus”. Te carcome y no hay cura. Palabras perras que nos enredan al deseo más mísero, más místico. Revelación de revelaciones: todo desnudo allí, como en una camilla de morgue.
Te quedaste mirándola hasta que fue ella quien se levantó de la cama, quien se fue poniendo el jean, la remera; la que guardó el famoso vestidito en un bolso verde en el que pudiste llegar a ver que guardaba un par de libros que había traído la otra vez, su cepillo de diente, unas ojotas.
No pudiste decir nada, ¿qué ibas a decir? No pudiste detenerla, ni lo intentaste. Se acercó, te acarició la base de la nuca, te beso en la mejilla, te dijo: nos hablamos. La dejaste ir como se deja ir... ¿qué mierda querés escribir Elvira? ¿No te das cuenta que llega un momento en que las palabras ya no te sirven?

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domingo, octubre 01, 2006

Con las cartas sobre la mesa (I)

Renata acaba de irse, cuando anoche llegó luciendo el famoso vestido, y me dijo: “quiero estrenarlo con vos”. Creo que mi débil beso, que mi débil abrazo me delataron: “¿Qué te pasa?”, me preguntó. Le dije que nada, que sólo cansancio; que no esperaba verla así, tan producida, más cosas dije que no vienen al caso, ya que terminamos curtiendo de todos modos. Por momentos me siento la Justine de Sade, que le daban por todos lados y ella ni se enteraba cómo, mezcla alucinada de inocencia y pelotudez, y locura moralista del Marqués, sin duda alguna.

Renata acaba de irse, ya han pasado unos minutos más. No sé si volveremos a vernos, la menos hoy. Renata se va y se lleva su misterio con ella, como dentro de una valijita para títeres.

Fue esta mañana cuando más que preguntarle le dije, o ambas cosas a la vez: “¿que papel juego yo en tu relación cordobesa?”. Me miró, se puso medio pálida, y esgrimió: “¿de qué relación me hablás?”.
- Eso no lo sé, sólo sé que existe y lo único que quiero saber es qué papel juegoyo.
- Me parece que estás muy convencida de algo que no es, Elvira.
- Digamosle ¿tu prima?.
- Estas loca! Primero porque no pasa nada con ella, y segundo porque cómo podría tener algo con ella, es una parienta.
- O así le ponemos a la relación para que no parezca que lo es, quizá, le dije yo levantándome de la cama.
- Elvira ¿qué me querés decir con todo esto? No entiendo nada.
- Que sé que la voy de amante de una relación que ya existía o bien tenés una amante que toma mi lugar de vez en cuando, la miré fijo; se largó a llorar. Nunca pensé ver a Renata llorando, no sé por qué, pero bueno, esa es la imagen que me daba.
Le alcancé un cajita de pañuelos, se sonó fuerte la nariz, y me dijo: “No sé cómo ni quien te dijo esto, que es una verdad a medias”.
- Renata, soy toda oidos, le dije sentándome en el borde de la cama.

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