sábado, diciembre 30, 2006

Poema

La marea lame el cuerpo dormido. Lame
lo olvidado, de mi mano. El agua limpia,
arremete contra el cuerpo que yace
en la playa vacía.
El sol lo enrojece, la sal lo quema.
La botella a su lado no contiene
ningún mensaje.

E/Lla

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viernes, diciembre 29, 2006

Ensalada de frutas

Renata está en la galería. Está en bikini, bordó. Renata está descalza en la galería junto a una mesa cubierta por frutas de todos colores, rebosantes de ardientes aromas.
Renata está, en la galería, descalza. Me mira y me dice: ¿quéres? El durazno partido al medio le empapa la mano con su licor. Le digo que sí, se acerca y me da un pedacito.
- A ver, abra la boquita. La miro y empiezo a reirme.
- No, nada de risa que después se atraganta y le tendré que hacer respiración boca a boca.
- Así me vas a matar, le digo, atragantada y vos bombeándo! Sos loca!
Me da otro pedacito de durazno y así la fruta va despareciendo de su mano; se quiere ir pero no la dejo. Me llevo su mano a la boca, apenas saco la lengua y voy recogiendo el licor del durazno, veo que ella se eriza; veo cómo se van poniéndo erguidos. Voy chupando cada uno de sus dedos, y dejo que ellos jueguen en mi boca, con mi lengua.
Nos miramos, y ella se sienta sobre mis piernas y nos quedamos suspendidas en un largo y profundo y dulce beso.
- Bueno, dice, debo seguir practicando la ensalada de frutas para la cena del domingo, y después podemos practicar la despedida del año me dice guiñando un ojo.

Me deja allí, sentada en la reposera, con un libro que quedó casi debajo del respaldo inclinado, me deja con mi soledad interna, con las ganas y esta fiaca de casi fin de año.


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jueves, diciembre 28, 2006

Reconectándome

Recién ahora puedo describir y muy lentamente. El ayuno fue estupendo, tuve ciertas revelaciones que sospecho me ayudarán a seguir adelante, pero recién puedo volver a escribir ya que me caí, me doblé la muñeca, y bien, terminé con un yeso que duró hasta hace unos días atrás.
Rehabilitación por medio, vuelvo a reencontrarme con mis palabras, aquellas que pueden dibujarme entre la niebla, entre la luz.

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lunes, noviembre 13, 2006

Ayunando

Sí, comencé un par de días de ayuno, sólo beberé agua y algún que otro jugo de naranja. Necesito vaciar mi cuerpo, vaciar mis entrañas, dejar que se vaya cierta mierda acumulada. Ja. Vaya palabra: mierda, tan pequeña y tan fuerte.
Ayuno y meditación. Le pedí a Renata que me deje un par de días sola. Me miró raro, primero, pero después comprendió, la piba me tiene bien junada.
Quiero ir limpiando mis cuerpos, intentar verme de nuevo, llegar hasta mi ser interior, re-conquistar algo de paz.

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viernes, noviembre 10, 2006

Amaneceres

No sé si alguna vez lo dije, pero me gusta ver amanecer. Hay un aire especial en esa hora en que el cielo va cediendo a las diversas tonalidades de rojo, luego la ceguera del sol, y luego el azul brillante, si es que no hay nubes.

No sé si alguna vez lo dije, pero me gusta mucho hacer el amor por la mañana, parece que tengo el motor encendido, que hay algo que me quema en mi interior. No todas las personas con las que he compartido un amanecer coinciden con esas ganas, pero a veces se me da, y es una especie de aleluya, como decía Lispector.

No sé si alguna vez lo dije, pero me fascina que me hablen en otra lengua, al amanecer, mientras la cortina se mueve al ritmo de un viento extranjero, y percibo una caricia foránea sobre mis pechos.

No sé si alguna ves lo dije, pero deseo poder ser feliz, completamente feliz, no sólo al amanecer, estando sola o acompañada.


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martes, noviembre 07, 2006

Reencuentro

Su cuerpo se deshizo en mis dedos, en mi boca. Fue el bocado exquisito de estos últimos días. Renata, puro fuego de vuelta, puro torbellino. ¿Cómo explicar esta alegría, este estado tonto?
A veces me digo: no tiene sentido, cuando estás feliz, ponerte a escribir. ¿Para qué? ¿Qué se puede fijar de la alegría? Todo es volátil, pasajero, pero de seguro deja sus marcas, al menos en la comisura de la boca: esa marca de que allí hubo, al menos, una sonrisa por algún tiempo.

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jueves, noviembre 02, 2006

Loneliness

La soledad puede hacer estragos o puede amigarte con vos misma. Todo depende de como la vayas tomando. La soledad, como su nombre de mujer lo indica, puede seducirte mortalmente; puede picarte en los ojos y en el corazón, pero el cuerpo arremete, el cuerpo arrastra.
Llamado de Renata: “Debo quedarme unos días más aquí; no te comas ninguna historia rara. Te amo. ¿Me extrañás?”.

Le agradecí la torta, le dije que la voy comiendo en tajadas finas, de a poco; que con cada mordisco voy recorriendo su cuerpo; que me detengo un poco más largamente en algunas de sus zonas.
Le dije que la extraño, le dije que también me gusta la soledad; le dije que estoy encerrada leyendo, escribiendo; le dije que le quiero hacer el amor; le dije que la deseo; le dije que me corté con dedo intentanto picar una cebolla; le dije que tengo ganas de tener una gata, de nuevo; le dije que no me olvide; le dije que por favor me perdone por todo lo que hice en el pasado más reciente.

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miércoles, noviembre 01, 2006

El agujero interior

Nada de filosofía barata, pero sí tirar la piña en otra dirección. “Language is a virus”, we all know it, y así y todo lo seguimos usando, nos seguimos contaminando, nos seguimos enamorando, seguimos seduciendo con él.
Estos días me las pasé comiendo torta, pequeñas porciones para que me duren hasta que vuelva Renata (fantasía de comer el último pedacito con ella), y escribiendo cartas a gente amiga que hace mucho que no veo. Sí, se me dio por agarrar la vieja Parker, conseguirle un cartucho, comprar un par de blocks y sentarme en el patio a escribirlas.
La sensación fue muy extraña. Fui contando fragmentos de mi vida (como todo lo que se puede contar es fragmentario). Fui poniendo al día a gente que hace mucho que no sabe de mí. Me fui poniendo al día conmigo misma.
Estuve acomodando la casa, aprovechando mi ser solitario; salí a caminar también. No falta mucho para que vuelva Renata. Quedamos en que no nos llamaríamos, que queríamos ver qué nos pasaba con ese silencio, con esta pequeña distancia. Me pareció y me parece una buena decisión. Sigo observándome.

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domingo, octubre 29, 2006

Torta special

Cuando abrí la puerta no lo podía creer. Era de una pandería y me traían una torta.
Fui hasta la cocina, abrí el paquete, y sobre la cobertura de chocolate blanco decía: “No me olvides”, abrí la tarjeta y leí: “Te amo, Renata”.

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sábado, octubre 28, 2006

Ser solitario (II)

¿Significa algo tener la casa para “una sola”? ¿Significa algo servirte un Syrah y tirarte en tu sofá preferido y leer a la Yourcenar? ¿Qué “fuegos” arden, mi amor, cuando el sentido de la vida está lejos, o confuso, u olvidado? ¿Qué arde en mí, tan lejana, tan cosa, tan helado de sambayón al whisky? ¿Qué se va quemando, de a poco y que me ahoga como el haschís aquí adentro, muy adentro? Poné, poné tu mano, sentí: la nada. Pero hace tic-tac. La nada, la náusea ¿de golpe sartreana? De Marguerite a Jean Paul (y no el alemán, justamente)? No. Dejo que ella, Yourcenar me queme; me quema con su “treta del débil”, me quema y me hace pensar en todas las mujeres que amé, en todas las mujeres que ¿amo?
Hmm, el libro cae, lo dejo que se vaya, dejo la copa a un lado, me estiro, intento encontrarme, pensarme. Hmm. El cuerpo tieso se va relajando, la mano busca debajo de la camisa el pezón, lo acaricia, intenta que surja de su nada de soledad. Puedo sentir cómo se levanta, cómo choca contra mi dedo. Mi otra mano va hacia abajo, por debajo del short, juega con los vellos. Trato de sincronizar el movimiento. Descubro que ya estaba mojada ¿la metafísica excita? Me voy dando vuelta de a poco, cuidando de no caerme. Mi dedo sabio ya encontró su camino, lo recorre, acaricia la rosa más preciada, la más profunda. Siento algo de electricidad, una sacudida. Siento que puedo empezar a dar vueltas como una calesita, siento que el vértigo está ahí nomás; siento... que ... acaban de tocar el timbre.

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viernes, octubre 27, 2006

Skin deep

Siempre me llamó la atención que esa frase significara: superficial; por extensión aquello que no es más profundo que la misma piel; aquello que no es profundo at all.
Skin tuya sin mí; deep en la garganta azul del mundo; fucking gris como el rescoldo de la memoria. Sola, skin; deep sin vos. Me dejás, te vas, te vas a otros brazos, más amorosos ¿quizás? Fuego, agua; maternidad sostenida sólo por la teta.
Sin skin voy, andando; fucking verde de estas plantas que riego ¿o son mis lágrimas?
Casandra, ya nadie te escucha, y si lo hacen no te entienden. No hay grito peor: el que sale deep del ombligo.
Don’t break my heart. I U SHE canta Peaches, come on baby let’s go. Don’t break my glass ball. I want I nEEd to see the future: only skin deep miles away from home.

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miércoles, octubre 25, 2006

Ser solitario

“Eso no matará tu ser solitario”, me dijo Andrea, y esa frase me quedó rondando estos días. Si dejarme llevar por el deseo de la otra no mata mi ser solitario, entonces ¿qué es lo que lo está matando? M siento casi como una vegetal, o una de esas plantas parásitas: adornan pero nada de nada. Siento que soy un adorno para la vida de Renata y siento que no estoy haciendo nada con la mía.
Trabajo, sí por cierto, y mucho. Leo, casi demasiado, pero me descubro escondiéndome detrás de los libros, de la computadora; me descubro encerrándome en mi escritorio, inventando excusas para no salir, para no estar mucho con Renata.
Ella se da cuenta, pero ha tomado esto como una especie de cruzada, y estas cosas no me agradan mucho. Ella se queda, en silencio, ronda la casa, en vez de ponerse con su cosas o ir a su lugar o salir con sus amistades. Me molesta tener que encerrarme en un cuarto de mi propia casa, cuando justamente decidí arreglar esta casa por lo espaciosa, por lo aireada, pero apenas traspaso la puerta del escritorio, allí está ella, toda sonrisa, con mates o café o cerveza cuando yo no le pedí nada, y se va transformando en una especie de sombra.
Si le digo algo, lo toma a mal, se pone a llorar, le pido disculpas e inexorablemente terminamos en la cama, haciendo (d)el amor algo desapasionado, para cumplir con las formas.
No estoy preparada para los rituales de las parejas comunes y corrientes, quizá no estoy preparada para vivirlos y construirlos con Renata. De todas formas este fin de semana se va a Córdoba yseguro allá ella pondrá en movimiento su otra historia, su otra mentira vital. ¿Cómo puede vivir con éso? ¿Cómo puede vivir así? Pero estoy seguro que allá la aman más de lo que yo la quiero. Es una bella persona, me mueve cosas, pero no cuando estamos tan pegadas, tan juntas.

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domingo, octubre 22, 2006

Cena con la Lectora

Fue en casa, y junto a Renata. Quería que Andrea conociera la nueva casa, que viera cómo había quedado mi nuevo escritorio, que reconociera por allí algunos regalitos que me hizo.
Renata hizo de más que anfitriona, y noté que se esforzaba mucho por querer hacer ver que somos “una pareja”. La dejé hacer, no quise oponerme, eso somos, en eso estamos. Andrea no terminaba de entender bien qué pasaba allí, y creo que tampoco se creyó mucho lo de “la pareja”.
A Renata le conté a grosso modo qué había sucedido entre la lectora y yo; qué espacio ocupó en un tiempo de mi vida. La preocupación de Renata es que no era justamente en mi prehistoria, pero sí un tiempo algo cercano. La tranquilicé diciéndole que ya fue, que por eso quería que ella compartiera esa cena.
Andrea nos contó sus andanzas en México, cómo se enganchó con la causa de Ciudad Juárez; que empezó a escribir una novela; que todo este tiempo estuvo sola.
- En México y sola? no te puedo creer dijo Renata, con todas las lesbianas que hay por allí.
- Sí, quizá sea así, pero tal vez no encontré la que sea para mí. Me gusta la soledad y me la banco, no quiero estar por alguien por estar, le contestó de una forma que me congeló el estómago.
- Con Elvira estuvimos charlando sobre hacer un viaje, y unos de los posibles lugares es ese país, pero sus costas, las playas, le dijo. Yo quiero descansar, dijo Renata, ella quiero ver cosas culturales, librerías, bibliotecas. Yo también, además allá hay toda una tradición en títeres de papel, pero si quiero descansar, quiero hacer eso.
- Es un país muy bello, dijo Andrea. Les fascinaría, y de hecho, si ando por allá de nuevo, cuenten con mi espacio en el DF, al menos.
- Gracias Andrea, dije, pero apenas estamos empezando a planear esto de viajar juntas; ya sabés mi ser solitario se opone aún un poco a eso, dije sonriéndoles a ambas; y para mi sorpresa Andrea me respondió mirándome directo a los ojos: “No te vendría mal alguna vez dejarte llevar, dejarte llevar por el deseo de la otra. Eso no matará tu “ser solitario”.

jueves, octubre 19, 2006

Desayuno con la Lectora

Fui a desayunar a “La mariposa”, hacía un tiempo que no iba y quería saber cómo andaban las cosas de los chicos, y el bar.
Estaba leyendo el diario, frente a mi capuccino, cuando sentí que una mano se posaba en mi hombro y alguien alguien me decía: “Hola, Elvira”. Reconocí enseguida la voz, pero no lo podía creer hasta que di vuelta la cabeza. Era Andrea y estaba allí sonriendo, me levanté y nos abrazamos fuerte, largo. Podía sentirle cómo le latía el corazón.
La invité a que se sentara a tomar algo, ¿volviste? le pregunté.
- Hace un par de días que estoy en Santa Lucía, y antes estuve una semana en Buenos Aires, haciendo unos trámites, me dijo.
No podía dejar de mirarla y agarrarle una de sus manos. Sentía como una pequeña fiesta en mi interior.
- ¿Te quedás más días por acá?
- Algunos, tengo que hacer cosas antes de volver a México en diciembre o fines de noviembre.
- Contame qué hiciste, cómo te fue? Ya sé, que no será para contarlo en media hora, pero quizá nos podamos ver otro día ¿qué te parece?, le dije.
- ¿Querés que nos veamos? ¿De verdad? me preguntó.
- Sí, ¿por qué no?
- Es que, no sabía, me enteré que estás en pareja...
- Y eso qué tiene que ver? ¿No podemos charlar como viejas amigas? le dije, queriendo creer en lo que le estaba diciendo.
- Bueno, podemos comer un día aquí y charlamos; ¿seguís teniendo el mismo teléfono?
- El de la oficina es el mismo, el de casa es 4-...
- No, mejor no me des el de tu casa.
- ¿Qué pasa Andrea? Si me lo decís, quizá puede comprender un poco lo reticente que estás a que nos veamos.
- Sabés qué Elvira? Para mí lo que pasó con vos fue muy fuerte, y no estoy segura, yo, de poder verte sólo “como una vieja amiga”. Si vos me ayudas, quizá pueda hacerlo.
Tragué saliva, lo menos que me esperaba era una confesión de este tipo, a esa hora de la mañana , en este mes de octubre, a casi 10 meses de haberla visto por última vez.
- Bueno, le dije, hay formas de encontrarse y poder “keeping it cool”.
Se sonrío. “Me tengo que ir, pero te llamo; o nos dejamos los mensajes con los chicos”.
Pedí otro capuccino e intenté leer el diario, pero lo único que volvía a mi cabeza era una la frase que ella había dicho recién y la escena de la última vez que nos vimos.

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martes, octubre 17, 2006

La cotidiana

A ver, cómo lo puedo decir. Sí, con Renata estamos en la cotidiana: ver quién hace qué en la casa (hablo de la mía, ya que es ella la que más se desplaza para acá), ni hemos hablado de convivir 24 horas y siete días a la semana, la que suscribe cree que no sobreviviría. Pero aquí estamos: que la que cocina no lava los platos; que quien limpia el patio; cómo hacemos con la ropa de cama y el baño; en fin, esas menudencias que denuncian una vida en común, por más limitada que esté. A veces no deja de darme un escalofrío cuando me pesco a mí misma haciendo gestos que pueden llegar a parecer los de una pareja bien conformada. No sé. Sospecho que es así la vida, pero no puedo dejar de reconocerme como una mujer de acción.

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domingo, octubre 15, 2006

Viajes

Renata quiere que viajemos, que viajemos juntas, que tracemos un itinerario y que nos vayamos. Ella quiere lo más natural, más verde, más islas; yo quiero las viejas capitales, el empedrado de París, las sombras de sus calles, sus buhardillas; quiero Berlín, quiero Praga.
- ¿No podés dejar de ser literaria por un minuto? me dice.
- No, no puedo, eso es lo que soy, Renata, además esas ciudades me gustan más allá de la literatura. También quiero volver a La Habana, caminar por su malecón, perderme por esos rincones que de seguro desaparecerán dentro de poco tiempo.
- Ah, ves, ahí sí. Un día en La Habana y luego las playas.
- ¿Un día en La Habana? Vos está loca, a mí no me alcanza, por más que ya conozca. Por suerte allí hay dos playas muy lindas: una, la Santa María del Mar, la otra, Guanabo, de la zona en donde vivía y lo apresaron a Virgilio Piñera.
- Ves, ahí vamos de nuevo.
- Es la solución, le digo, vos te vas todos los días a las playas (hay más que esas dos) y yo recorro de nuevo la ciudad, visito a gente amiga.
- ¿Gente amiga? me mira directo a los ojos.
- No mezcles mi biografía anterior a tu llegada a mi vida, con la posible realización del viaje.
- ¿Cuánto viviste en La Habana? me pregunta trayendo otro porrón de Stout.
- Dos años, muy intensos por cierto. Tengo grabada a fuego esa ciudad en el corazón, y la gente que conocí, y (mirándola también directo a los ojos) a la que amé, eso no lo puedo, ni quiero negar.
- ¿Sabés qué Elvira? Me parece que la solución para este viaje, sería ver entre los lugares que ninguna de las dos conoce, elegir uno y empezar por allí. ¿Qué pensás?
Me levanté , la agarré por la cintura, la besé en el cuello, la atraje bien hacia mí, la abracé fuerte, fuerte: “Te amo”, le dije, “Te amo”, repetí. “Te deseo”, le dije, “te deseo” en cada ciudad que conocí, en cada rincón que recorrí, en cada cama que me ayudó a descansar y a amar.
- Me mentís, lo sé, me dijo; me mentís pero lindo, me hacés que te lo crea.
- Creeme, Renata, creeme. Creé que por primera vez en mi vida empiezo a ver claro, a sentir claro; creeme que cuando se mezcla el deseo y el amor y el sueño y la fantasía hay un solo nombre: Re-na-ta, el tuyo.

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viernes, octubre 13, 2006

Poema de Melisa

Hoy recibí por mail este ¿poema? de Melisa:

Te sepulto, nena, bajo los escombros,
bajo las cenizas de mi alma.
Te sepulto y escarbo para volver
a enterrarte, viva, en mi corazón
ya vacío. Te miro a los ojos
como una perra mira a quien
le da de comer o le hace una inútil
caricia en su lomo. Te sepulto, nena,
te borro; te como con pena y escupo
el nombre secreto que supiste darme.

M. L.


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jueves, octubre 12, 2006

Preocupación de una amiga

Una amiga, de casi mi misma edad, fue a un cumpleaños, la estaba pasando bien hasta que comenta en cierto punto de la reunión: “Claro, cuando yo terminé el secundario en el 82, bla bla bla”, y la chica que estaba a su lado se empezó a reir, y le dijo: “Es el año en que yo nací”.
Mi amiga me dijo: “Ay Elvira, qué podía hacer ante esa realidad, esa piba nacía cuando yo estaba terminando el secundario”, y suspiró: “No puede hacer nada, de nada, y eso que me hubiera perdido en esos labios que me trajeron a la realidad de golpe. La hubiera comido a besos, pero no pude decirle nada”.


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miércoles, octubre 11, 2006

Encuentros

¿Qué sucede cuando dos personas se “encuentran”?, y remarco el encuentran dándole un sentido amplio, el más amplio que tenga.
Una puede pensar que hay varios niveles de encuentros: reales, casuales, virtuales, cósmicos, metafísicos, químicos, etílicos, florales; encuentros que se dan en todos los cuerpos que nos conforman.
Encuentros al cubierto, al desnudo; con máscaras, a cara descubierta o con la cara pintada en son de guerra; encuentros en dos lenguas, en tres lenguas, con la lengua más profunda de la noche.
Encuentros a la luz del día, en penumbras, con la luz del baño encendida, con candelas, a la hora de la siesta, en los zaguanes, debajo de los puentes; de madrugada y contra el insomnio.
Encuentros en donde sólo suenan los jadeos, resuenan los gritos, arrullan los susurros, ahogan los gemidos, tiemblan las camas, se mojan los colchones, una lámpara cae de su mesa de luz.
Encuentros en donde la diosa realiza su acto más sagrado, donde las brujas se sacrifican al lado más oscuro de la carne, donde las locas recuperan la lucidez del deseo, donde las cuerdas se pierden para siempre en la no consciencia del orgasmo.
Encuentros que vamos coleccionando, olvidando, dibujando, escribiendo, fotografiando; cada cosa en su lugar y un lugar siempre vacante para aquella cosa que falta por tanto sobrar.

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sábado, octubre 07, 2006

Paños fríos

Recién se va Renata para hacer unas compras y tengo la chance de acercarme a la computadora: hace un día y medio que estoy con fiebre, digamos desde que salí del bar el otro día. Fue como un pico atroz de 38 y 39 grados que no bajaba, hasta hace un par de horas.
Me quemaba todo el cuerpo, empezando por mi mano. Quedé muy mal por lo que hice, pero Melisa me llevó al límite, me golpeó bien bajo. En fin, ya está. Recordé que la primera vez que trancé con alguien (Gloria) mientras ya salía con Melisa y se le dije, fue ella la que me abofeteó. Estoy en contra de la violencia, la violencia en mí o en ella, en otras; y estoy de acuerdo con que si alguien te golpea no te quiere, como suelen decir las campañas españolas sobre todo, pero esto era como hacer cerrar la boca, que eso que se está diciendo no se diga. No lo sé, no me jacto, y me parece terrible. Es algo que debo revisar en mí, es algo de lo que aprender.
No me extraña haber caído en cama, con fiebre. No me extraña estar así como eliminando toxinas, como limpiándome.
Cuando llegué a casa después del encuentro con M. lloré mucho, y pude contarle lo que había pasado a Renata. Hablamos mucho hasta que sentí que me estaba cocinando de fiebre.
Lo que recuerdo con claridad es lo que ella me dijo: “A mí ni se te ocurra levantarme la mano”.

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jueves, octubre 05, 2006

The thrill is gone (B. B. King)

Respiré hondo, levanté el teléfono y la cité a Melisa en el Bar enfrente de la plaza de la Congoja. Le dejé un mensaje, y a la hora que le había dejado dicho, bajé de mi oficina y crucé la calle. Para mi sorpresa ella ya estaba allí, y creo que para la sorpresa de Laura, la moza, también, ya que no entendía muy bien qué andaba pasando.
Después de hacer un rompimiento de hielo, de contarnos cosas que olvidaríamos para siempre dentro de cinco minutos, le dije directamente:
- Melisa, quiero nos dejemos de ver. Quiero decir con esto que me dejes de buscar o hablar o lo que sea. Por un tiempo (si es largo, mejor) no quiero saber nada de vos.
- Bueno, bueno, salió la cana que tenés adentro, poniendo límites.
- No intentes dar vuelta la tortilla que esta y por tu lado está bien quemada, Melisa, y yo prefiero que guardemos lo bueno que nos pasó.
- Y que vos intentás una y otra vez de borrarlo, Elvira. Yo no sé si te puedo prometer eso, de no buscarte, es más, después de nuestro último encuentro corté con Silvia...
- ¿Qué? ¿Pensabas que me ibas a recuperar diciéndome lo de Renata?
- No, corté por mí, sólo por mí. No sabía si te iba a volver a ver, y lo hice por mí, al fin y al cabo no la amo.
Suspiré hondo, pero muy hondo: “Melisa, sólo para que sepas, sigo estando con Renata y es a ella a quien quiero, y con quien quiero estar”.
- Qué raro vos jugando un papel secundario ¿no?
- Por qué no te vas a la mierda un poco, pendeja insolente! le dije desde el fondo de los ovarios.
- Ahora soy pendeja e insolente, y vos ¿qué sos? ¿La super madura? o ¿una vieja chota que no sabe de qué cuerpo joven sacar sangre fresca?
No puedo decir ni lo que hice, ni lo que le dije. Me da vergüenza, me siento mal. Pero me fui de allí mordiendo astillas de odio como nunca pensé que me podría pasar. Nunca. Salí del Bar, Laura salió conmigo hasta la puerta: ¿Estás bien? me preguntó. “Sí” le dije mirándome la mano que casi no reconocía como mía.

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miércoles, octubre 04, 2006

Give me one reason (Tracy Chapman)

Música de fondo para el alma, para el retorno. Música para curar, lamer, dulcificar heridas. ¿Quién le va a pedir razones a la otra? ¿Yo? ¿Renata? Dice el tango: mano a mano hemos quedado. Tabula rasa: maná para los dedos carcomidos; para los pelos crecidos.
El cuerpo de Renata surge como un barco fantasma en el horizonte de mi cama. La veo dormida. La veo descansando después de haber hablado, después de haber hecho el amor. La veo allí, una pierna asoma por debajo de la sábana. Noto que su pie es chico, redondo, rosado. Me dan ganas de ir a besarlo, de ir subiendo por esa pierna depilada (por el vestido); me dan ganas de ir a jugar con ella y pensar que este barco fantasma no lo es tanto.
Este es el segundo pacto que hago con alguien. El primero fue con Melisa, pero ese es diabólico. Con Renata intentaremos construir desde la apertura (¿?). Ay Elvira, lo tuyo es de culebrón sudaca, malo, pero cuando mirás atrás, hace como dos años, antes de empezar a llevar el blog, ¿qué había en tu vida? Parecías una gata callejera buscando refugio, refugiándote en cualquier cama, junto a cualquier cuerpo. Pero esto era aún antes ¿no? Uy, ¿no te da vértigo recordar esos años? y ¿París?, y ¿New york? ¿No te da vértigo pensar en aquellas para las que fuiste alguien en algún momento? No, no es recuento de presas, no soy, nunca me sentí cazadora, pero quizá llega un momento en la vida en que viene bien ponerse a mirar para atrás, sin tanta ira, reconociendo que aquella que fuiste sos vos. Ese es tu background, es lo que te conforma.
Creo que no puedo seguir escribiendo. No sólo sentí que Renata se dio vuelta en la cama, sino que ahora quedó con medio cuerpo descubierto, y es aún más invitante.

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martes, octubre 03, 2006

El secreto de Amanda (post nro. 300)

- Y ahora ¿qué harás? me preguntó Amanda pasándome un mate.
- ¿La verdad? No sé. En realidad quiero intentarlo con Renata.
- No ves, no ves que sos de lo peor.
- Vamos Amanda, vos sabés lo que siento por Melisa, pero ahora que sé dónde está Renata y dónde estoy, quiero seguir con ella, ver qué podemos sacar de bueno.
- Ay amiga del alma, no sé qué decirte.
- Raro te dejé sin palabras! le dije.
- No, esas chicas me dejan sin palabras o consejos y a vos sin aliento. ¿Querés que te confiese algo? me preguntó bajando la voz Amanda, ya que su hija andaba por allí cerca.
- Sí, qué pasa?
- A pesar de todo te tengo envidia, mucha envidia, buena ¿me entendés?
Me la quedé mirando; en los años que la conocía era la primera vez que se “quejaba” de su no estar en pareja.
- Estas loca, vos? No te convendría envidiar a otra persona?
- No, es que vos vivís tan a fondo estas relaciones, te equivoques o no; te caguen o no, las engañes vos a ellas o no. Sos apasionada, y eso me gustaría ser un poco a mí también, dijo Amanda, mirando hacia afuera, por la ventana.
Le tomé la mano, casi instintivamente: “Podés intentarlo...” La sacó rápido, y se quedó mirándome fijo: “No, Elvira, ahora no. Por ahora no puedo nada. Somos amigas, pero hay cosas que vos no sabés”.
- Y vos tampoco de mí, Mandi. Es así, siempre tenemos ese espacio secreto, tan necesario para poder seguir viviendo sin ser invadidas del todo.
- Elvira, me creerías si te digo que hace tiempo estoy enamorada de una persona que nunca me prestó atención?
- Eso es imposible! Es una tonta, entonces, dije.
- ¿Tonta? Yo no dije que fuera una mujer.
- Disculpá, Mandi, me sale por default el femenino.
- Está bien, no es un problema, pero bueno, me tengo que poner a cocinar ¿te quedás?
Jamás la vi así, irse por la tangente, pero me hizo bien saber que ella se fija en alguien.

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lunes, octubre 02, 2006

Con las cartas sobre la mesa (II)

Ay, ay, ay Elvirita, no hay nada peor que querer saber, no hay nada peor que hurgar en las heridas ajenas, en las propias. ¿Qué sacás en limpio? ¿De qué te sirve ahora saber?
Ya hace un día que se fue, un día que no sabés de ella, un día y vos no agarrás el teléfono, no la llamás para saber cómo está, pero ¿vos cómo estás? El pelo te va creciendo, la herida que te dejó el piercing en el pezón, y que vos te sacaste ya hace un tiempo, va cerrando; ¿pero cómo estás? Tenés la data y ¿qué hacés con eso? La prima de Córdoba no es prima, es su pareja con la que también intenta terminar desde hace un año, y no pueden cerrar la relación del todo, es por eso que cada vez que va para aquellos lugares para en su “ex” casa, con su ex.
- Mi relación con vos intenta ser otra cosa, Elvira. Te amo, y quiero estar con vos; me gustaría que pudiéramos construir algo entre las dos.

Te quedaste mirándola, pero en realidad mirabas más allá; mirabas como hacia atrás pero en el futuro. Sin duda alguna Laurie Anderson tenía razón en citar a Burroughs: “Language is a virus”. Te carcome y no hay cura. Palabras perras que nos enredan al deseo más mísero, más místico. Revelación de revelaciones: todo desnudo allí, como en una camilla de morgue.
Te quedaste mirándola hasta que fue ella quien se levantó de la cama, quien se fue poniendo el jean, la remera; la que guardó el famoso vestidito en un bolso verde en el que pudiste llegar a ver que guardaba un par de libros que había traído la otra vez, su cepillo de diente, unas ojotas.
No pudiste decir nada, ¿qué ibas a decir? No pudiste detenerla, ni lo intentaste. Se acercó, te acarició la base de la nuca, te beso en la mejilla, te dijo: nos hablamos. La dejaste ir como se deja ir... ¿qué mierda querés escribir Elvira? ¿No te das cuenta que llega un momento en que las palabras ya no te sirven?

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domingo, octubre 01, 2006

Con las cartas sobre la mesa (I)

Renata acaba de irse, cuando anoche llegó luciendo el famoso vestido, y me dijo: “quiero estrenarlo con vos”. Creo que mi débil beso, que mi débil abrazo me delataron: “¿Qué te pasa?”, me preguntó. Le dije que nada, que sólo cansancio; que no esperaba verla así, tan producida, más cosas dije que no vienen al caso, ya que terminamos curtiendo de todos modos. Por momentos me siento la Justine de Sade, que le daban por todos lados y ella ni se enteraba cómo, mezcla alucinada de inocencia y pelotudez, y locura moralista del Marqués, sin duda alguna.

Renata acaba de irse, ya han pasado unos minutos más. No sé si volveremos a vernos, la menos hoy. Renata se va y se lleva su misterio con ella, como dentro de una valijita para títeres.

Fue esta mañana cuando más que preguntarle le dije, o ambas cosas a la vez: “¿que papel juego yo en tu relación cordobesa?”. Me miró, se puso medio pálida, y esgrimió: “¿de qué relación me hablás?”.
- Eso no lo sé, sólo sé que existe y lo único que quiero saber es qué papel juegoyo.
- Me parece que estás muy convencida de algo que no es, Elvira.
- Digamosle ¿tu prima?.
- Estas loca! Primero porque no pasa nada con ella, y segundo porque cómo podría tener algo con ella, es una parienta.
- O así le ponemos a la relación para que no parezca que lo es, quizá, le dije yo levantándome de la cama.
- Elvira ¿qué me querés decir con todo esto? No entiendo nada.
- Que sé que la voy de amante de una relación que ya existía o bien tenés una amante que toma mi lugar de vez en cuando, la miré fijo; se largó a llorar. Nunca pensé ver a Renata llorando, no sé por qué, pero bueno, esa es la imagen que me daba.
Le alcancé un cajita de pañuelos, se sonó fuerte la nariz, y me dijo: “No sé cómo ni quien te dijo esto, que es una verdad a medias”.
- Renata, soy toda oidos, le dije sentándome en el borde de la cama.

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sábado, septiembre 30, 2006

Historia de una pasión

Termino de escribir el título de este post y ya me estoy riendo. Escribo este post como intento de pensar en voz alta qué es esto, qué es todo esto.
La línea pasional es simple, ellas son Elvira y Melisa. Somos nosotras desde siempre, desde el año pasado. Y somos de tal forma que nunca, pero nunca nos hemos “terminado” de separar. Recaemos, y recaemos como si siempre fuera la primera vez, como si siempre estuviéramos recomenzando. El mundo gira a nuestro alrededor, el mundo y sus consecuencias.
Ambas somos fieles de una forma que nadie podrá nunca comprender en su totalidad (tampoco nosotras estamos muy “aware of this”). Aquellas mujeres con las que hemos estado “mientras tanto” seguimos siendo línea pasional (por no llamar pareja), ellas han necesitado de nuestro amantazgo, y nosotras no lo sabíamos, no podíamos intuirlo de esta forma. Ellas iban y venían, y nosotras seguíamos, seguimos.
Lo que más me espanta es el desperdicio de tiempo; el desperdicio de nuestra imaginación en formas de hacernos creer que no nos importamos, cuando sabemos, que tarde o temprano volvemos a caer en nuestra propia trampa.

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viernes, septiembre 29, 2006

De vuelta

Renata apareció en casa a la nochecita de ayer. Se apareció con su sonrisa gigante, varias cajas de alfajores cordobeses, materiales para sus muñecos.
- Hoola! quería pasar directo por acá, no quería ir hasta casa!! No aguantaba para verte, me dijo con ese tonito serrano entre burlón y alegre. Terminaba de decir esto mientras metía todo en el zaguán cuando se dio cuenta de mi cambio:
- Oh, no! Te pelaste! No me dijiste nada cuando hablamos!!
Nos abrazamos largo, largo. Me quería contar todo a la vez, e iba dejando retazos de relatos tirados por el living, por la cocina donde tomamos mates, en la cama a la que me fue empujando: “Cuando me puse el vestido pensé en vos, y me acordaba de esa sala de pruebas de Rita”. Mi deseo era ambiguo, era como que estaba en otra parte o que quería poder mirar desde afuera la situación. Me dijo que nunca había hecho el amor con alguien que se había pelado, y eso la excitaba, mucho.

A eso de las 10 de la noche, después de una ducha me dijo que tenía que ir a su casa, dejar todo el paqueterío y que su directora la llamaría. No me sonaba nada raro, o no me hubiera sonado nada raro, pero algo sonó adentro.
- Y no la podés llamar desde acá? le dije
- No, no quiero gastar tu teléfono y prefiero estar en casa ya que mañana tengo que ir temprano para Rosario.

En todos los relatos apareció un nombre recurrente, que me sonó cada vez más fuerte; es el nombre de una prima, en donde suele parar cada vez que va a Córdoba. Me quedé pensando en eso, me quedé pensando en varias cosas cuando cerré la puerta y escuché que el remise se iba.

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miércoles, septiembre 27, 2006

“Sigue al conejo blanco”

Lo recuerdo muy bien, Trinity le dice a Neo: “¿Alguna vez has tenido un sueño, que pareciera tan real que no lo puedes distinguir de la realidad? Y si no pudieras despertar de ese sueño, ¿cómo sabrías que estas soñando? (...) Es la pregunta la que nos da fuerza. Es la duda la que te ha traído aquí."

Así me siento: pura duda; y no hay píldora ni roja ni azul que sirva para llevarme hacia el final de la guarida del conejo blanco. Pero sí siento que tengo una enorme zanahoria frente a mi nariz, y que voy babeando tras ella: Melisa; y por el otro lado, como la querida Alicia, voy encontrando otras personas que tienen unos carteles que dicen: “Pruébame”; “Amame”; “Olvídame”.

Como Neo me despierto frente a la compu, ya habiendo perdido el registro del tiempo. Como él me debato entre escapar por la ventana o dejarme atrapar por los agentes. El vértigo del salto, la invitación a lo salvaje es exquisita, pero no estoy muy segura de querer seguir ese camino.
Por el otro lado estaba esa mixtura Renata que llegó a seducirme, a prometerme un tiempo de paz. No me importaría mi lugar de amantazgo, pero sí me gustaría tenerlo en claro.

El conejo mueve el rabo, me hace señas casi lisérgicas, y mis ojos se despedazan contra este monitor intentando encontrar las palabras que puedam decir este proceso por el que estoy pasando.

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martes, septiembre 26, 2006

Bitter Sweet symphony (II)

Salí del cuarto lo más rápido que pude. Tenía entre ganas de vomitar y de gritar. La sensación fue muy extraña.
- ¿Vos te das cuenta que estás cayendo muy bajo Melisa? ¿Te das cuenta?
- No creo Elvira, sentí que debía decírtelo, pero sí, la forma, sí. No creo que Silvia inventara nada, en realidad es bien directa, y me pareció...
- Basta!!! le grité; basta!! ¿Cómo sé que no mentís porque sabés que ella está allá? ¿Cómo puedo saber si no es una treta tuya? ¿Cómo te puedo creer?
Caí sentada en la misma silla de la cocina. Sentí que Melisa venía hacia mi y le dije: No te acerques.
- Elvira, quiero que sepas que yo estoy, que siempre voy a estar.
- Callate por favor; si, como decís, me querés, callate.

No fue fácil irme, no fue fácil cerrar la puerta, ya no escuchar lo que estaba diciendo. Yo por mi parte no pude decirle nada, esa bomba que tiró me dejó casi sin pensamientos.
Renata vuelve de Córdoba el 28 de septiembre, vuelve del supuesto casamiento o de un real casamiento familiar.
No la conozco tanto como para decir que ella no sería capaz de engañarme; no la conozco tanto para poder haber entendido por qué con toda su capacidad para lo de los títeres, se queda en esta ciudad que te ahoga; no la conozco tanta para sospechar que siempre vuelve a Córdoba para “actuar”.

La sensación es amarga, no por su posible engaño, sino por verla a Melisa actuar de esa forma. Me descolocó, no lo esperaba.

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lunes, septiembre 25, 2006

Bitter sweet symphony (I)

Fuimos hasta el baño y Melisa con una jarrita con agua tibia me lavó la cabeza. Era como una especie de bautismo. Nos volvimos a acostar, después de que ella preparara unos mates. Sentí una especie de vértigo, ya que seguro vendría el hablar, el explicar. Había venido para eso. Había venido para enterarme de cosas que no quiero saber, pero bueno, esto forma parte de lo nuevo que quiero hacer. Puedo pensar en este re-encuentro como una recaída, pero es/fue mucho más.
- ¿No parecemos una pareja cualquiera, así en la cama, tomando mate? preguntó Melisa.
- No realmente no. Creo que somos dos minas con mucha energía interna!
Nos reímos un rato, hasta que su cara cambió.
- Lo de Silvia es una especie de prueba que me impuse...
- No sigas, por favor, le dije.
- Necesito decírtelo, ya que necesito descargarme. Fue muy loco, fue con alcohol de por medio, fue todo mal, pero amanecí un día en su cama, en su casa, después de una reunión. Y ahora, no ha pasado mucho, sabés, no sé cómo cortarlo para no lastimarla.
- ¿Me estás pidiendo un consejo? le dije levantámdome de la cama, y vistiéndome.
- No te pongas así, pero es que, no sé Elvira, quiero que lo nuestro quede claro, para ambas. Me gustaría saber sobre vos y Renata.
- Ah, no! esas no, Melisa. No la metas a ella aquí. ¿Querés saber para qué vine?
- Sí, me dijo mirándome fijo.
- Para ver al diablo a los ojos, para poder ver bien de cerca aquello que me tienta y no me deja ir, aquello en vos que me tiene atada, ¿lo entendés?
-....
- Cómo no lo vas a entender... me tenés en la palma de tu mano, siempre fue así, y yo voy y vengo como una tonta, como boluda enferma de amor. No me importa saber cómo terminaste con esa mina, no me importa, sabés? Lo único que quiero es poder decirte: chau, adiós, no te acerques más, no me sigas haciendo mierda.
- Elvira, te amo.
- Si es así, desaparecé de mi vida, y dejá que sólo pueda seguir lo lindo, lo que vivimos en los comienzos.
- ¿Amás a Renata?
- ¿Y qué mierda te importa eso? Es cuestión mía y de ella.
- Sí me importa, porque me estás haciendo ir, es como si me echaras de tu vida, pero no me termina de quedar en claro por qué. ¿Soy peligrosa? ¿Me tenés miedo?
- ¿Vos me estás cargando?
- Para nada Elvira.
- Vos sos ese pedazo de una daga que queda en el corazón y allí se oxida y te recuerda lo que puedo haber sido y no fue.
- Eso, Elvira, yo te cité para ofrecerte/nos una nueva posibilidad. Yo quiero estar con vos.
- Sabés Melisa, sos una especie de vampira. No me había dado cuenta hasta ahora. Sos muy sutil, muy seductora, te vas metiendo, despacio. Mirá, le dije, lo que creo es que tenemos una “cosa” muy fuerte en la cama, el deseo nos puede, no lo voy a negar, pero yo quiero más, y debo ver de qué manera y con quién, y por el momento lo estoy intentando con Renata.
- ¿De verdad? Me dijo con tono irónico. Vos disculpame, pero sabías que “tu” Renata tiene su pareja en Córdoba? ¿Te lo había dicho?
Sentí un frío frío, sentí por primera vez en mi vida que quería pegarle a alguien, me contuve. La miré mal, como preguntándole. Como rogándole que no sea tan yegua.
- Me contó Silvia, viste, son amigas por parte de la familia.

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jueves, septiembre 21, 2006

Brilla tú diamante loco (II)

Melisa iba desde la base de la nuca hasta arriba de la cabeza dejando un leve rastro de saliva tibia. Yo estaba dura, sentada en la silla, acorralada por sus manos, pero le fui acariciando sus dedos, se los recorría. Apuré como pude el resto de vino que me quedaba en el vaso, tenía la garganta seca.
- ¿Vos querés? me preguntó desde atrás.
- Si quiero qué?
- ¿Querés hacerlo conmigo?
No podía ser tan yegua, preguntarme justo eso en ese momento; me moví en la silla, me di vuelta y sólo encontré sus labios. Me quedé allí, entre lenta y salvaje.
- ¿Qué querés de mí Melisa? le dije mientras le seguía besando las comisuras de los labios, mientras mi lengua luchaba con la de ella.
- ¿No te diste cuenta todavía? Todo, Elvira, todo.
Me levantó de la silla, me abrazó por la cintura, y a los tropezones nos fuimos moviendo, fuimos yendo hacia el cuarto.
Le saqué su remera y ella se fue deteniendo en los botones de la camisa, estaba ansiosa, y yo me imaginaba por qué.
- Ey, otra sorpresa, estás sin corpiño! me dijo
- Viste, soy una mujer nueva, desprejuiciada, loca, caliente.
- No lo digas de nuevo, Elvira, que te rapto.
Fue rápido a ver mis pechos, buscando el que supo tener el piercing. “Voy hacer de cuenta que aún está”, me dijo, y en seguida su lengua, con su piercing estaban en acción.
Me enloqueció con ese beso en el pezón, cómo me apretaba las nalgas con sus manos. Fuimos cayendo hacia la cama, ya desnudas, ya entregadas.
Melisa me puso boca abajo (odio que lo hagan conmigo, me siento que pierdo el control de todo).
- Elvira, me gusta tu espalda. Si supiera la tatuaría; te haría un águila, un dragón, y besaría cada poro.
- Meli, dejame darme vuelta!
Ella sentada encima mío, sobre mi cola, tipo reina del mundo me decía: “No. Mucha veces quise tenerte así. Hoy me doy el gusto, hoy, si esta fuera la última vez, quiero darme el gusto de ver tu espalda, de lamerla (pasaba su lengua, y mi excitación ya era demasiada).
Después de un rato que me pareció un siglo me dejó se hizo a un lado, y fue subiendo por mi costado. Yo no termina de entender qué quería hacer, era como que quería jugar con mi cuerpo, que quería abarcarlo por todos los flancos posibles.
- Elvira, decime por qué tuvimos que lastimarnos tanto? me dijo mientras me acariciaba todo el brazo izquierdo.
- No sé, Melisa, quizá no estábamos listas para lo que teníamos para ofrecernos.
- Y ¿ahora?, se me subió encima y me miraba fijo. Y ahora?
- Ay Melisa, no sé; la quité de encima, irguiéndome un poco en la cama. Casi grité: “No lo sé” y me caí hacia atrás, dejando las piernas que colgaran de la cama.
Melisa subió y también se puso de frente, pero por arriba de mi cabeza, y acomodó la mía sobre su pubis. Me la acariciaba, me acariciaba la cara. Noté que su pubis se movía un poco, y que mi cabeza, iba bajando de nivel. Ni me di cuenta de lo que pasó hasta que pasó. Melisa se vino en mi cabeza; se apretó hacia ella, y acabó. Apenas pude darme vuelta, subir, abrazarla. Apenas me doy cuenta que con ese gesto parecía que ella, me estaba dando a luz.

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miércoles, septiembre 20, 2006

Brilla tú diamante loco (I)

Desde el pasillo se podía escuchar música: “Sweet home Alabama”, cantada por Jewel. El tema parecía pegarme directo en la panza. Decidí fumarme un cigarrillo sentada en la escalera antes de golpear. Era cerca del mediodía. Cuando terminó Jewel sonó James Brown, “I feel good”. Tomé una larga inhalación y decidí golpear la puerta. La música (ahora Bruce Springteen) disminuyó un poco, y entonces la puerta se abrió.
- Hola, me dijo Melisa. Creí que ya no venías.
- Hola. Es que tenía otras cosas que hacer antes de venir.
- Pero bueno, ya estás acá.
El departamento parecía estar distinto y se lo dije. Es que lo están arreglando para alquilarlo, ya que Carlos se va y Melisa que no vive allí no lo puede bancar sola.
- Como lo ponemos en alquiler, quería invitarte a comer acá por última vez. Es como cerrar un ciclo, entendés.
- Sí, muy bien, Meli.

La otra noche de la película no había notado que estaba más delgada, y con cara de cansada. Mientras la miraba ella cocinaba y me dijo que pusiera la música que quisiera.
- Te pido disculpas por lo del otro día. Yo no tenía idea de que irías a ver la película, me dijo y el CD que yo sostenía casi se me cae.
Me la quedé mirando: “Vos sabés que trato de ir a lo que hacen los chicos. De hecho por vos los conocí”.
- Si, lo sé. Pero lo último que hubiera querido es que me vieras con Silvia. Te puede parece raro esto, esta confesión.
- Sí, un poco rara, pero me parece que condice con lo rara que somos nosotras, y no solamente vos, le dije sonriendo y encendiendo otro pucho.
Se me acercó y me dijo: ¿Puedo? y me abrazó fuerte, no sé cuánto tiempo estuvimos allí paradas, abrazadas. Se separó un poco y la vi secarse los ojos. “Disculpame”, me dijo, no quería llorar, pero bueno, me salió.
- No me pidas disculpas por eso, por favor!
- Mejor sigo preparando este espaguetis, me sonrió.
- Ok. Meli, ¿seguís jugando a las máquinas? ¿Al pinball? le pregunté recordando la primera vez que la vi; recordando el tugurio en el que estábamos antes de venir acá por primera vez.
- No, Elvira, no tengo mucho tiempo. Con lo de mi viejo estoy corriendo todo el día, trato de ponerme las pilas para encontrar una beca que me calce y bueno así.
- Me imagino que en el “bueno así” está incluida esta mujer, ¿no?
- Uy! te salió del alma, “esta mujer”.
- Bueno, qué querés!
- ¿Querés saberlo? me miró muy fijo.
- No ahora, tengo hambre.
- Ya va, faltan unos minutos para la salsa. Y no te vas a sacar esa gorrita? Raro en voz algo en la cabeza...
Cuando iba a seguir me miro más fijo: ¿Vos te hiciste algo? Cuando te abracé no te miré para arriba.... No, Elvira, no podés haberte... Vino casi corriendo y me sacó la gorrita.
- Te pelaste!!!! Elvira P. se peló! ¿Cuándo??? No paraba de pasarme la mano por la parte de atrás de la cabeza, suavemente.
- Esperá que me hacés cosquillas, le dije.
- Estás, cómo te diría? Perversamente hermosa. esa pelada acentúa tu mirada.
Yo no sabía dónde meterme y no había mucho lugar.
La fui empujando hacia la cocinita para que terminara de comer; pudimos comer hablando de casi nada importante, una puesta al día de cosas inútiles. Sospecho que todas las ex que nos volvemos a encontrar después de un tiempo hacemos eso.
- Y ¿de esa mujer qué me podés contar? quise saber.
Melisa me miró como sólo ella sabe: “No quiero hablar de eso ahora”. Le hice un gesto como diciéndole, bueno después, pero quiero saber.
Ella se levantó, dejó los platos en la mesada, y se paró detrás mío. Cuando quise darme vuelta, me dijo: “No, quedate así”. Tenía sus manos en mi cabeza, y las pasaba suave. De golpe sentí su respiración en la base de la nuca. Parecía soplar, pero no. Me quise mover y sus manos me detuvieron apoyándose firmes en mis hombros. Sentí, percibí su lengua, que empezaba a subir por la nuca...

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martes, septiembre 19, 2006

Lo que vendrá

- Vos estás loca, completamente loca, me dijo Amanda. ¿Cómo te vas a rapar? Ahora sí creo que estás gagá.
- No me importa lo que digas, ni lo dura que seas. Necesité hacerlo. No fue fácil decidirme, y luego hacerlo.
- ¿Te vió alguien más?
- No, vine directo para acá. Bah, el que me vio es el del taxi.
- Y ¿qué dirás?
- Nada, no tengo mucho que decir, es más, cada vez que abro la boca armo kilombo. Quiero aprovechar estos días en que Renata no está para reacomodarme.
- Elvira, quiero decirte que te quiero y que cuentes conmigo. Me costará un poco mirarte, me imagino que los primeros días, pero acá estoy, como siempre.
- Sí, ya sé, a mí también me pasa con una amiga de afuera, lo primero que creí fue que estaba enferma, pero como yo u otras, sólo lo estaba de la cabeza y del corazón.
- Sabés, no debería decírtelo, pero ayer, tarde, me llamó Melisa.
- ¿Cómo? ¿A vos?
- Sí, no te olvides que la conozco desde hace tiempo, y que es la hermana de la mejor amiga de Sara.
- Cómo olvidarlo, pero para qué te llamo?
- Para preguntarme por vos, me dijo que ayer fue a la oficina y que no te encontró y eso le pareció raro.
- ¿Algo más te dijo?
- Sí, pero no sé si es conveniente decírtelo.
- Si no querías no hubieras empezado, le dije a Amanda encendiendo un cigarrillo.
- En realidad me pidió que te citara en cierto lugar, que te dijera que ella estaría allí. Quiere hablarte.
- Y vos pensabas decirme esto?
- Lo estaba pensando. No sé, Elvira, no la escuché bien a ella, y tenía miedo.
- Vamos Mandi, ya somos grandes. Decime qué te dijo.
- La cita sería para mañana miércoles, por la mañana.
- ¿En dónde? ¿Te lo dijo?
- Sí. En el viejo departamento que ella compartía con Carlos; me dijo que vos sabés donde queda.
- Sí, lo sé.
- ¿Qué vas hacer?
- No sé Amanda, si quiero reacomodarme, creo que no debería ir, y a la vez siento que quizá allí pueda encontrar la pieza que le falta a mi puzzle.

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lunes, septiembre 18, 2006

Rito iniciático

Renata se fue al famoso casamiento en Córdoba, digo famoso por aquella sesión en la diseñadora.
Melisa vino hasta la oficina, y me hice negar. Le pedí a Gloria que le dijera que no estaba. Estuvo como una hora sentada en el bar de la esquina, como intuyendo mi presencia y esperando verme. La podía ver desde la ventana, y no le di el gusto, no me di el gusto.

Cuando me cercioré de que Melisa se había ido, salí. Llevaba el paquetito en el bolso. Llegué a casa, me hice un café, puse música: Patti Smith, algo de AC/DC, Led Zepp, Sumo.
Saqué el paquetito que había comprado en el centro, lo desenvolví, lo abrí, leí las instrucciones.
Fui al baño, puse unos inciensos. Me desnudé completamente y me puse frente al espejo. Agarré la máquina, fuerte en mi mano derecha. El primer mechón cayó limpio, sobre el lavabo. Mi rostro empalideció, y aparecieron unas lágrimas en mis ojos. Una franja lechosa dividía al medio mi cabeza. Encaré por el lado izquierdo: por mí misma, me dije. La segunda estocada a ese lado la dediqué a Inés, mi “primera” mujer entre mis piernas y en mi corazón.
Del living venía: “High voltage, rock and roll”.
El lado derecho me costó más: este mechón va por Melisa; este otro, me dije, va por la lectora, Andrea.
La parte de atrás era una especie de símbolo, de lugar a alcanzar a cualquier costo. Allí pensé en la paz interior, en el aprendizaje, en el desapego. Pensé en la muerte, pensé en mi madre.
Junté todo el pelo en una bolsa verde, fui hasta el jardín, hice un pozo y lo eché allí. Le puse encima una ramita de rosa china que se había caído de la planta más grande.
Fui al baño de nuevo, llené la bañadera, me sumergí. Sales y más aromas. Cuando terminé con el baño me pasé un aceite de almendra por mi “pelada”.
No termino de reconocer a esa del espejo, pero espero que lleguemos a ser buenas amigas.

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domingo, septiembre 17, 2006

Acidez estomacal

Me levanté con acidez, dolor de cabeza, y de parte inferior del cuerpo humano. Ni la quiero nombrar, pero empieza con “C”. Es que a la vuelta de la película Renata estaba más que cariñosa. Ella pudo llegar a su paraíso y yo me quedé comprando los tickets para una próxima vez. Lo malo es que ella se empeñó en intentar sacarme un orgasmo y pago las consecuencias.
Fui a lo de Amanda, mi amiga y consejera:

- ¿Cincuenta? ¿Estás segura?
- Sí Mandy. Me contó Renata, la tipa tiene cincuenta, es psicóloga, y una mandada para algunas cosas. Yo realmente no la conocía.
- Me suena el nombre, pero no importa. Vos estás segura que Melisa estaba allí “de onda” con ella, me preguntó Amanda.
- Sí, si te digo que la tenía unas mesas adelante, y por más oscuridad una ve cuando dos personas se besan o acarician.
- ¿Y cuál es el problema que tenga cincuenta?
- Es mucha edad! dijo casi enojada.
- Pará Elvira, la del mambo con la edad SOS vos, y lo que te jode, dejame que lo diga es que esa “vieja de cincuenta” se esté curtiendo a tu ex, como vos no quisiste seguir haciéndolo.
- De quién sos amiga, mandy, de Melisa o mía.
- Mirá Elvira, yo te quiero mucho, pero mucho, me entendés (me agarró por los hombros) y quiero, deseo, espero que estés bien con alguien.
- ......
- Por eso te voy a decir esto lo más directamente posible: o le das para adelante con Renata, y disfrutás lo que tenés, o bien cortás, vas, la buscás a Melisa y ME/ NOS DEJAN DE JODER. Vos estás hasta los ovarios con esa mina, qué hacés entonces??
- NADA, grité. Ya sé que nada... me puse a llorar.
Sí lloré, sin cebolla, por las mías

- Lo que te pido es que no te sigas haciendo mierda, y que no hagas mierda a otras personas. Además no sé que te pasa, pero te he visto en otras relaciones y nunca tuviste esta locura galopante: que la edad, que el saltar de cama en cama. ¿Qué querés probarte, Vita, qué querés?

Me mató. Amanda me mató, usó el nombre secreto, ese que ni siquiera yo debería estar escribiendo aquí. Era su forma de llamarme cuando éramos un poco más que adolescentes.
La miré y la abracé fuerte; apenas pude susurrar un gracias.
- Mirate, me dijo: sos hermosa, fuerte, inteligente, ¿por qué enrollarte tanto? ¿qué hiciste que pensàs que te merecés pedazo de castigo?

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Más de dos películas...

Anoche, sábado, se había organizado una noche de chicas en “La Mariposa”, ya que en en Isat daban “Bound” con Gena Gershon y Jennifer Tilly.
Llegamos como un par de horas antes con Renata para poder cenar tranquilas, charlar con los chicos, relajarnos para degustar la película y después ver qué nos deparaba el destino de la noche naciente.
La cuestión es que para mí hubo dos películas, o un poco más. A eso de las nueve y media entró en el bar Melisa. La cara de Roberto, dueño del bar y amigo de ambos, se desfiguró y me hacía señas de que él no sabía que ella vendría. Melisa vino acompañada por una mujer que era la primera vez que yo la veía.
Se sentaron en una mesa que quedaba entre la nuestra y la pantalla gigante, así fue como se me multiplicaron las películas.
Antes de que empezara Bound fui al baño y de vuelta intenté una excusa para que nos fuéramos. Renata no me dio bolilla, me dijo: pedí un té de boldo y luego vemos en tu casa.
Melisa sabe Bound es una de mis películas favoritas; con ella intentamos alguna vez remedar la escena de amor en un colchón cualquiera en la casa de alguna persona conocida, pero que no estaba en ese momento. Sabiendo todo esto no puedo dejar de pensar que lo hizo a propósito, el venir, por supuesto.
Durante dos horas tuve que soportar en casi cuadrafónico ver a Gershon y a Melisa besando a la otra, mientras Renata requería mi atención.
Pero esto no fue nada comparado con el final de esa noche. Cuando se acabó la película, y levantaron las luces del bar, la mujer que iba con Melisa, se levantó, se desperezó y justo miró para nuestra mesa, hizo una sonrisa de oreja a oreja: una amiga de la madre. Yo no lo podía creer. Santa Lucía es muy chico, ya lo he dicho, pero esto era demasiado.
Vi cómo esa mujer se iba acercando, vi cómo el rostro de Melisa también tomaba otro color, y cómo se iba quedando en su mesa, hasta que ya no pudo hacerlo.
- Hooola Renatita, cómo estas? dijo la mujer, abrazando a Renata.
- Hola Silvia, qué casualidad! ¿cómo estás?
- Muy bien!, miró hacia su mesa y llamó a Melisa.
- Te presento a Elvira, dijo Renata.
- Hola,. un gusto conocerte, me dijo dándome su mano.
- Vení Meli, por favor.
El corazón me batía fuerte en mi corazón: mezcla de enojo, ira, vergüenza y sobre todo mucha duda.

- Les presento a Melisa, dijo Silvia.
Melisa se acercó a Renata, le dio un beso, y cuando se acercaba a mí, me dijo: “Hola Elvira”. “Se conocen” fue la pregunta a dúo de Renata y la amiga de su madre.
- Sí, dijo Melisa. Mi padre es cliente suyo, y en algún momento me reemplazó en la librería de Roberto.
- Ah, dijo Silvia.
El gesto de Renata fue de intuir que esa era sólo una versión de la historia.
Roberto vino, nos cobró y me llevó al fondo, con X excusa.
- Juro Elvira, juro amor que no sabía nada de esto.
- Y yo creo que Melisa tampoco.
- ¿Quién es la mina? me preguntó
- Parece una amiga de Renata.
- ¿Puede ser así? No es mucha casualidad?
- Vos creés que las casualidades existen, Roberto.

Cuando volví, Renata estaba sola esperándome en la mesa.
- Se fueron, estaban apuradas. la chica me pidió que te dijera que el padre iba a hacer algunos cambios al último pedido que te hizo. Quizá vaya ella, pero no lo sabe.
- Gracias, hermosa. ¿Te parece que nos vamos?
- Sí, vamos. Quiero ducharme e ir a la cama. ¿Puedo quedarme en tu casa, Elvi?
- Sí, claro que sí. Cuando salíamos le dije: ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Sí.
- ¿Qué edad tiene esa mujer?
- ¿Silvia? Cincuenta, igual que mi vieja, ¿por?
- Me parecía más grande, más grande que yo.
- Y sí, amor, lo es.

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viernes, septiembre 15, 2006

Anclas

Llegué por la espalda, la besé. Fue como echar varios anclas a la vez: su cuello, su perfume, sus pechos. Renata se dio vuelta, me devolvió el beso, me abrazó fuerte. Estaba en la cocina de casa. Habíamos quedado en hacer la famosa cena L word para invitar a Laura y su chica.
Yo no tenía mucha ganas, quería estar a solas con ella, verla como el peso específico de mi realidad, de lo real en mi vida.
La saqué de la cocina, la fui llevando hacia el cuarto: “Pará Elvira, tengo los dedos llenos de cebolla y ajo, pará”, me decía. Yo la iba llevando. Quería que me acariciara con esas manos, que esa cebolla me diera la excusa justa para llorar con ella, por ella, por mí. Llorar en el cúlmine del orgasmo; gritar y jadear cuando esas manos arden en mí. “Estás loca Elvira”, me decía Renata. Yo le pedía más y más. Quería sentirla, saber que yo podía estar allí, con/en ella; quería poder sentirla completamente, real. Sus pechos sobre mis labios, los pezones lechosos incitándome a besarlos, comerlos. Sus dedos de titiritera sabiendo qué hacer en mi rosa concentrada, retraída. Cabalgarnos, inundarnos.
- Elvira, ah, te amo!
- Te amo, nena, te amo.

Anclas ante el desierto de lo incierto. Anclas en las ancas de la amada. Anclas para esta vida que brilla, y late. Estoy viva, a pesar de todo estoy viva.

Foto tomada de: http://www.outtakes.org.nz/2004/wgn/films/doi.php

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jueves, septiembre 14, 2006

No aclarés que oscurece


Me dijo Amanda cuando le conté mi encuentro con Melisa, y cuando intenté explicarle lo que ella me mueve, pero que lo mío es “aquí y ahora” con Renata.
Cuando terminé de decir esta frase, mi querida amiga se largó una carcajada que casi me deja sorda.
- No me vengás con eso.
- Pero Mandy, es que es éso ahora. Yo estoy con Renata.
- Como ahora estás conmigo y dentro de un rato con el carnicero.
- Che, no seas tan dura y cínica. Creo que no me lo merezco.
- Elvirita, a veces me parece que tenés una edad emocional menor a la tuya, y hasta te diría que muchas pendejas son más maduras que vos, incluso Melisa. Es que no podés ver que le gustás, obviamente aún siente algo por vos, y le gusta jugar, encenderte un poco, provocarte, pero sabiendo lo que sí es real ahora: que vos estás en otra, pero no relación, vos estás en otra, y vaya una a saber en qué y dónde.

Me quedé muda. Amanda tiene toda la razón del mundo. Estoy en otra, y creo que no sé muy bien en qué tierra estoy pisando. Si es algo es lodo: muy blando y ensucia mucho, y luego se seca y deja marcas oscuras. Evidencias. Todo es evidencia. Todo te vende, todo te desnuda, todo te exhibe, todo muestra la mierda que sos, todo sigue allí mientras una se hunde.

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martes, septiembre 12, 2006

Play it again, Sam

“You must remember this. A kiss is just a kiss...”

Creo que nunca terminaré de desarrollar los anticuerpos necesarios ante el virus Melisa. Ella llega, se mete, levanta fiebre, hace lo suyo y desaparece.
Después de verla quedé tildada para todo el día, y sobre todo de mal humor. Apestaba bronca conmigo misma. ¿Vieja gruñona? ¿Yo? Qué pendeja de mierda, tirarme con esa frase; preferí callarme, para qué hablar, salvo ese ridículo “Vos me convertiste en eso”. ¿De dónde me salió?
Quedé tildada, enojada, y caliente, caliente de calentura pura, de esa que necesitás solucionar cuanto antes o reventás.
Es increible, cómo la deseo, cómo me parte la cabeza, cómo me puede de la manera que me puede.
Cuando estuve en casa no respondí ni los mensajes que me había dejado Renata y tampoco unos de Amanda. Me fui a preparar el baño, y allí no hice más que pensar en Melisa, recordar toda nuestra historia, todo lo pasado.
Me siento tan, pero tan débil en cierta, y tan fuerte en otra. Tenerla allí en el lugar del deseo más profundo no está tan mal, pero que sólo sea imaginario. Está allí, y allí bien está. Renata me calienta a su manera, que es otra, pero también con una carga pasional muy fuerte, pero hace poco que estamos juntas, y la forma de conocernos fue como demasiado conversada y pensada. Con Melisa fue noche, pinball, cervezas, piercings, sexo, amor.

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lunes, septiembre 11, 2006

Come on and Take it! take another piece of my heart baby!

Antes de que golpeara la puerta, antes de abrirla, supe que era ella. Un modo de tocar, de anunciarse, y un perfume particular. Le pedí a Gloria que se quedara y que nos trajera un café. Quería que la reunión fuera de lo más formal. Pero era imposible, Melisa estaba allí, sentada del otro lado de la mesa después de ¿cuántos meses? Ni idea, había perdido la cuenta, como la fui perdiendo a ella, y a la magia del amor.
No podía dejar de mirarla, ella se daba cuenta, y mantenía la mirada fija en los papeles del presupuesto. Me dijo que está trabajando con el padre, desarrollándole todo lo referido a diseño e intranet. Me dijo que vive un tiempo en Buenos Aires y un tiempo en Santa Lucía.
- ¿Y vos? me preguntó.
- Yo ¿qué?
- ¿Qué hacés de tus días?
- Trabajo, leo y comencé a escribir una novela.
- Muy interesante. La podré leer alguna vez.
- Sí, quizá alguna vez.
- Supe que te mudaste, me dijo.
- Sí, pero aquí, en la oficina, es donde se me puede localizar más rápidamente.
- Vos sabés que si yo quiero puedo localizarte rápido, ¿no? me disparó.
Suspiré hondo y dije: “Melisa, por favor, llevale estos papeles a tu padre y decile que me confirme y comunique por fax lo que está bien y los cambios. Creo que esta no es una reunión de índole personal entre vos y yo”.
- Sos una vieja gruñona, sabías?
- Sí. Lo sé muy bien. Vos me convertiste en eso.
- No seas patética Elvira, ambas nos lastimamos y ambas nos amamos. Creo que nos debemos una especie de última cena, o último café. ¿Qué decís?
- Mi respuesta ahora es no, dije abriéndole la puerta.
- Ok. Vos también sabés dónde podés localizarme, para lo más y para lo menos formal, se acercó y me besó en la mejilla, y bien de frente me preguntó: “todavía tenés el piercing?”.

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Los presupuestos de la vida

Hace dos horas que le estoy dando vueltas a un presupuesto, y no me cierra. Estoy rodeada de papeles. Le estaba dando vueltas y vueltas al lápiz cuando reparé en el apellido del cliente: el padre de Melisa, que es un cliente histórico. No me había dado cuenta antes.
Mi asistenta me dejó escrito: pasa él o la hija, y no había reparado, a nivel consciente, de quiénes se trataba. Ahora sí que me cierra menos, pero sé que dentro de cuarenta minutos alguien pasará, y estoy deseando que sea el padre, saludarlo, charlar con él los detalles y nada más.

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domingo, septiembre 10, 2006

Entre pares y rollo bisexual

Justo llegó Renata y como el “gong” que te salva, y la última oración de Laura se perdió entre los holas y las presentaciones.
Laura me agradeció la oreja y rápidamente puse al tanto a Renata de la situación por la que aquella estaba pasando.
- Puede ser bisexual si se la banca.
- Vos sí que sos graciosa, le dije. Esa piba es torta de acá a la China.
- Ah, mirá quién habla, la puede ver los grises de la vida.
- ¿Alguna factura que pagar por acá en tan poco tiempo?? le pregunté.
- Es que vos sos: al pan pan y a la torta torta.
Respiré hondo y le conté mi teoría y experiencia al respecto. No creo que sea tan simple, y mucho menos si hay todos esos rollos referidos a la sustentabilidad económica.
- Che, y si hacemos la de “L word”, dijo Renata.
- ¿Qué cosa?
- La podemos invitar a cenar con su chica cuando hagamos una comida con nuestras amigas, a ver qué siente estando entre pares, o entre varias lesbianas.
- Sabés que me parece que es una buena idea. Si ella está sola, se siente sola, lo mejor será poder compartir con otras, ver qué le pasa. Muy buena idea, mi amor.
Quedé en que la próxima vez que la viera le haría la invitación.
Atacó Renata: “Y vos te sentiste tan mal curtiendo con una bi”.
- No es sentirme mal, pero es un kilombo, sobre todo si aún la otra sigue con el tipo en cuestión. De todas formas hay algo en lo corporal que te dice que esa mujer suele curtir con tipos también, y a mí eso me enfría un poco.
- Hmmm, me suena medio retrógrado lo que decís, pero bueno es tu forma de sentir o de pensar.
- Yo te digo lo que me ha dicho el cuerpo en esas circunstancias, nada más. Cada una pueda hacer de su sexualidad lo que se le canta, pero yo prefiero estar, amar con una mujer que viene de estar con otras mujeres, es como cierta frecuencia energética, no estoy juzgando.
- Está bien, no necesitás defenderte.

Yo me quedé pensando en qué estaría pensando Renata cuando me preguntaba y respondía. Hace poco que estamos saliendo y es pleno descubrimiento, pero también siento que hay una zona de ella a la que no puedo acceder, y a la que no me deja acceder. Sin embargo ciertas cosas se filtran desde allí, y ese “tono” que de vez en cuando le aparece es una de ellas.

sábado, septiembre 09, 2006

¿Ser o no ser por estabilidad económica, social?

El sabor malteado de la cerveza Q... Stout me refresca un poco la garganta, mientras la espero a Renata. Teníamos ganas de salir a comer afuera, pero no nos decidíamos con el menú. En fin, cuestiones meramente domésticas de dos personas con gustos gastronómicos muy diversos.

Estaba pensando en lo que el otro día me “confesó” Laura, la moza del bar de la Plaza de la Congoja, donde suelo ir a tomar mi capuccino.
Se me acercó hace unas mañanas atrás y me dijo: “Dísculpeme, pero tendría que hablar con usted, si no la molesto. Es algo personal”.
La miré extrañada, pero le dije que no había problema. “Le parece cuando termino mi turno?” me preguntó. Dale, le dije, y la cité en mi oficina, que le queda en la esquina.

Llegó Laura con cara cansada, y con un no sé qué en la mirada. Hmmm, me dije para mí misma, esto parece de índole metafísico, y creo que no me equivoqué.
- Elvira, trataré de ser lo más clara y directa, dijo.
Juro que el corazón se me paró y pensé que tenía flor de kilombo en puerta, pero no.
- ¿Qué es Laura?
- Mire. Yo sé que usted es ..., bueno... que a usted le gustan las mujeres...
- Me imagino que lo descubriste por varias situaciones en el bar o bien alguien te lo dijo. Se sonrió.
- Ambas cosas, pero lo que me pasa es que a mí también me gustan las chicas.
- Ah, pude articular.
- Y hasta curtí con una, bah, de vez en cuando lo seguimos haciendo.
- Qué bien! dije ya más relajada cuando me pareció que el asunto no venía para mi lado.
- No, no está bien, ya que salgo desde hace cinco años con un chico y estamos por casarnos. Es de los Gallardo, lo debe conocer.
- ¿Los de la concesionaria de motos?
- Sí, ellos. Con Gustavo fue amor a primera vista, y yo caí a sus pies. Pero a mí las mujeres me gustaron desde siempre, pero nunca nada, vio. En el secundario me gustó una compañera. Yo creo que ella era, pero no sé.
- Y esta chica con la que “a veces” curtís, de dónde salió, o qué te pasa con ella?
- Se llama Vanina, y es artesana. La conocí en un bar, una noche que salí con Gustavo.
- ¿Cómo?
- Sí, fuimos a ese bar “La Mariposa”, lo debe conocer.
- Cómo no! Qué raro que no te vi, pero bueno, no estoy allí todos los días.
- Fuimos porque mi novio quería ver quiénes eran los putos del barrio.
- Disculpame, pero qué pedazo de mierda.
Se puso colorada, pero me había enojado. - ¿Y vos?.
- Yo nada, me pareció bueno ir, ya que es común que gente que no es homosexual vaya a un lugar así.
No quise aclarar nada, no estaba allí como activista, estaba más como confesora.
- Bueno, allí estaba Vani. Según ella me echó el ojo enseguida, pero el primer avance fue en el baño. Allí intercambiamos fonos, es decir, ella me dio el suyo. Yo lo guardé y días después la llamé.
Se quedó callada, mirando más allá, y había una leve sonrisa, como un solcito salía de la comisura de sus labios. Conozco esa sensación.
- ¿Yyyyyy?
Se sonrío: - Fue de lo mejor. Es decir, nos encontramos y terminamos curtiendo. Fue hermoso, y yo me sentí muy bien, pero al día siguiente cuando vino Gustavo, uff, me sentí para el culo.
- Me imagino, y ahora... qué pasa, por qué quisiste contarme esto a mí?
- Es que no tengo a nadie para contarle, y es que a ella la quiero. Cada encuentro es más intenso, y me pide que me vaya a vivir con ella. Pero yo pienso en mi futuro.
- ¿Tu futuro?
- Sí, qué futuro puedo tener junto a una artesana? Con Gustavo tendré casa, y hasta me dijo que puedo seguir trabajando para tener lo mío o bien dejar y estudiar lo que yo quiera.
- Hmmm. Creo ver cuál es tu duda, y creo que vos te podrás imaginar cuál es mi respuesta.
- No sé Elvira. Además de lo económico está la mierda de la familia. Yo sé lo que piensan mi viejos de las personas homosexuales. Yo no puedo hacerles eso.
- Es que vos no les vas a hacer nada, Laura, vos vas a ser vos misma con la persona que realmente querés o deseás, y listo.
- No, no es tan fácil.
- Nadie dijo que lo fuera, pero creo que vale la pena intentarlo, si es que querés vivir de manera sincera.
- ¿Usted es pública?
Me sonreí: Sí, desde hace ya mucho tiempo; algunas personas lo registran, otras no; y las que se enojaron o se asustaron fueron desapareciendo y otras fueron volviendo.
- Ya que estamos en confianza, sabe una cosa?, me dijo
- No, qué.
- Alguna vez le tuve ganas!

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viernes, septiembre 08, 2006

Una pasarella especial

Perdí de vista a Renata por un rato. Sentía que le decía a Rita que no, que este no me gusta, que este no, muy ajustado. De golpe escucho: “Elviraaaa, vení”. Intenté guiarme sólo por el eco que quedaba de la voz de mi amada, y llegué. Allí estaba Renata, con un vestido negro, pero como en dos capas.
- ¿Te gusta? me dijo, mientras Rita salió para traer unos alfileres.
- Sí, me gusta te queda bien.
- Sentate, y casi me tiró sobre una banqueta.
- Da una perspectiva estar sentada acá.
- ¿Te parece muy corto? me preguntó acercándose. De pronto la tuve sentada sobre una de mis piernas. Ves como es: redecilla y seda. Tocá.
No me quedó otra que tocar, palpar la tela que cubría la zona de los pechos. Si una retiraba la seda del vestido, aparecía una segunda capa, como de redecilla, casi transparente, formando un tejido muy invitador, sobre todo si puedes ver cómo crece un deseable pezón allí abajo. En ese momento creí que iba a estallar él por debajo de esa fina capa, yo que le estaba haciendo upa a Renata, y ella que era una especie de mundo girando sobre mi rodilla.
Sentimos que alguien golpeó la puerta de la habitación, y Renata no se inmutó siguió allí, hasta que Rita entró y le dijo: “Tengo que tomarte una medidas para poder terminarlo bien”.
Renata me dió un beso, se levantó y fue al medio de la habitación frente a un espejo de cuerpo entero. Yo salí hacia lo que parecía un patio para poder fumar un cigarrillo, mientras intentaba calmar la mente, y que ella calmara el cuerpo hasta más tarde.

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jueves, septiembre 07, 2006

Una diseñadora muy especial

Ayer viene Renata contenta a decirme que tiene que viajar a Córdoba porque se casa una prima.
- No la voy con eso del casorio, pero quiero ir! Soy adicta a esa provincia, me dijo.
Charlamos un rato sobre esa rama familiar, y enseguida me dijo: “Me tengo que comprar un vestido, para la fiesta”.
Me la quedé mirando, algo perdida debo confesar. ¿Renata en vestido? Hasta ahora nunca la había con alguno.
Enseguida captó mi mirada y dijo: Sí, también uso vestidos, depende la ocasión, honey, me tomó de la barbilla como suele hacer, para rematar ese mimo con un beso en la nariz.
- Y tengo que pedirte algo, dijo.
- ¿Qué cosa?
- Que me acompañes a elegirlo.
El amargo se me atragantó en la garganta: ¿Yooo?, Sí, vos quién más!
- Es que es... raro.
- Vamos, dale! Nos vamos a divertir.
Lejos de mí estaba la diversión representada en una salida de compras. Pero insistió tanto que al final cedí.

Yo no sabía que en Santa Lucía hubiera costureras o diseñadoras de “alta costura”, y menos una lesbiana. Trabaja en su casa y se llama Rita. Es una mujer de casi sesenta, que vive sola, pero está en relación hace más de veinte años con otra diseñadora, medio top, que vive en Buenos Aires. Rita atiende en su casa, más o menos en el centro de la ciudad. La casa es una antigua, con varios cuartos, casi todos adornados de una manera muy barroca y con muchos espejos.
Además de confeccionar a medida, tiene vestidos y ropa en general que alquila, y digo ropa en general ya que encontré otro tipo de vestimenta que no es sólo para salir: había desde smokings hasta camperas de cuero, enteritos de ese material, y unos conjuntos tipo ambo. Me quedé atónita ante tanta variedad queer y hasta fetish.
- Esta ropa te la alquila gente de acá, le pregunté a Rita.
- Sí señorita, y gente que ni te imaginarías que podría usar esta ropa. Muchas me las encargan.
- Muero por saber los nombres, aulló Renata.
- No, es secreto de estado, pero vayamos a ver tu vestido, qué andás buscando?
- Algo que sea cómo, no muy largo porque pienso ir con una especie de chatitas, no me pondré tacos ni loca. Viste, me dijo dirigiéndose a mi, una especie de seudo femme pero sin tacos. Jaja.
Lo que yo estaba viendo y oyendo, iba más allá de cualquier cosa que haya escuchado en boca de las otras mujeres con la que estuve. O ellas eran muy recatas o pacatas o vergonzosas, o Renata era puro aire libre. Por momentos me recordaba algo del salvajismo de Melisa, pero viéndola a la distancia percibo que Melisa se frenaba mucho, no sé si por ella o por mi.