viernes, septiembre 29, 2006

De vuelta

Renata apareció en casa a la nochecita de ayer. Se apareció con su sonrisa gigante, varias cajas de alfajores cordobeses, materiales para sus muñecos.
- Hoola! quería pasar directo por acá, no quería ir hasta casa!! No aguantaba para verte, me dijo con ese tonito serrano entre burlón y alegre. Terminaba de decir esto mientras metía todo en el zaguán cuando se dio cuenta de mi cambio:
- Oh, no! Te pelaste! No me dijiste nada cuando hablamos!!
Nos abrazamos largo, largo. Me quería contar todo a la vez, e iba dejando retazos de relatos tirados por el living, por la cocina donde tomamos mates, en la cama a la que me fue empujando: “Cuando me puse el vestido pensé en vos, y me acordaba de esa sala de pruebas de Rita”. Mi deseo era ambiguo, era como que estaba en otra parte o que quería poder mirar desde afuera la situación. Me dijo que nunca había hecho el amor con alguien que se había pelado, y eso la excitaba, mucho.

A eso de las 10 de la noche, después de una ducha me dijo que tenía que ir a su casa, dejar todo el paqueterío y que su directora la llamaría. No me sonaba nada raro, o no me hubiera sonado nada raro, pero algo sonó adentro.
- Y no la podés llamar desde acá? le dije
- No, no quiero gastar tu teléfono y prefiero estar en casa ya que mañana tengo que ir temprano para Rosario.

En todos los relatos apareció un nombre recurrente, que me sonó cada vez más fuerte; es el nombre de una prima, en donde suele parar cada vez que va a Córdoba. Me quedé pensando en eso, me quedé pensando en varias cosas cuando cerré la puerta y escuché que el remise se iba.

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