domingo, septiembre 17, 2006

Más de dos películas...

Anoche, sábado, se había organizado una noche de chicas en “La Mariposa”, ya que en en Isat daban “Bound” con Gena Gershon y Jennifer Tilly.
Llegamos como un par de horas antes con Renata para poder cenar tranquilas, charlar con los chicos, relajarnos para degustar la película y después ver qué nos deparaba el destino de la noche naciente.
La cuestión es que para mí hubo dos películas, o un poco más. A eso de las nueve y media entró en el bar Melisa. La cara de Roberto, dueño del bar y amigo de ambos, se desfiguró y me hacía señas de que él no sabía que ella vendría. Melisa vino acompañada por una mujer que era la primera vez que yo la veía.
Se sentaron en una mesa que quedaba entre la nuestra y la pantalla gigante, así fue como se me multiplicaron las películas.
Antes de que empezara Bound fui al baño y de vuelta intenté una excusa para que nos fuéramos. Renata no me dio bolilla, me dijo: pedí un té de boldo y luego vemos en tu casa.
Melisa sabe Bound es una de mis películas favoritas; con ella intentamos alguna vez remedar la escena de amor en un colchón cualquiera en la casa de alguna persona conocida, pero que no estaba en ese momento. Sabiendo todo esto no puedo dejar de pensar que lo hizo a propósito, el venir, por supuesto.
Durante dos horas tuve que soportar en casi cuadrafónico ver a Gershon y a Melisa besando a la otra, mientras Renata requería mi atención.
Pero esto no fue nada comparado con el final de esa noche. Cuando se acabó la película, y levantaron las luces del bar, la mujer que iba con Melisa, se levantó, se desperezó y justo miró para nuestra mesa, hizo una sonrisa de oreja a oreja: una amiga de la madre. Yo no lo podía creer. Santa Lucía es muy chico, ya lo he dicho, pero esto era demasiado.
Vi cómo esa mujer se iba acercando, vi cómo el rostro de Melisa también tomaba otro color, y cómo se iba quedando en su mesa, hasta que ya no pudo hacerlo.
- Hooola Renatita, cómo estas? dijo la mujer, abrazando a Renata.
- Hola Silvia, qué casualidad! ¿cómo estás?
- Muy bien!, miró hacia su mesa y llamó a Melisa.
- Te presento a Elvira, dijo Renata.
- Hola,. un gusto conocerte, me dijo dándome su mano.
- Vení Meli, por favor.
El corazón me batía fuerte en mi corazón: mezcla de enojo, ira, vergüenza y sobre todo mucha duda.

- Les presento a Melisa, dijo Silvia.
Melisa se acercó a Renata, le dio un beso, y cuando se acercaba a mí, me dijo: “Hola Elvira”. “Se conocen” fue la pregunta a dúo de Renata y la amiga de su madre.
- Sí, dijo Melisa. Mi padre es cliente suyo, y en algún momento me reemplazó en la librería de Roberto.
- Ah, dijo Silvia.
El gesto de Renata fue de intuir que esa era sólo una versión de la historia.
Roberto vino, nos cobró y me llevó al fondo, con X excusa.
- Juro Elvira, juro amor que no sabía nada de esto.
- Y yo creo que Melisa tampoco.
- ¿Quién es la mina? me preguntó
- Parece una amiga de Renata.
- ¿Puede ser así? No es mucha casualidad?
- Vos creés que las casualidades existen, Roberto.

Cuando volví, Renata estaba sola esperándome en la mesa.
- Se fueron, estaban apuradas. la chica me pidió que te dijera que el padre iba a hacer algunos cambios al último pedido que te hizo. Quizá vaya ella, pero no lo sabe.
- Gracias, hermosa. ¿Te parece que nos vamos?
- Sí, vamos. Quiero ducharme e ir a la cama. ¿Puedo quedarme en tu casa, Elvi?
- Sí, claro que sí. Cuando salíamos le dije: ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Sí.
- ¿Qué edad tiene esa mujer?
- ¿Silvia? Cincuenta, igual que mi vieja, ¿por?
- Me parecía más grande, más grande que yo.
- Y sí, amor, lo es.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Realmente de pelicula...
Pero las casualidades se dan mas seguido de lo que lo imaginamos.