jueves, julio 21, 2005

La chica que leía en “La Mariposa”

Algunas personas se van animando, se acercan a hasta la puerta de “La Mariposa”, miran para los costados y entran.
Hay más concurrencia a la noche; ya sabemos que la oscuridad cobija o da la impresión de cobijar a quienes se mueven clandestinamente. Y por lo que vemos hay varias personas en esa situación.
Por una cuestión de militancia desayuno allí todos los días, en la mesa pegada a la ventana. Pasan muchas vecinas curiosas yendo hacia el mercado, la feria o la verdulería. Se quedan duras al verme y esbozan un saludo.
Por mi trabajo soy bastante conocida, además, ya hace un tiempo atrás, hice radio y bueno, se me conoce. A muchas de ellas les preparé el cumpleaños de 15 a sus hijas, o un evento para la empresa del esposo, y hasta les he recomendado qué enviar cómo desayuno para avivar la pasión en su relación.
Hay dos posibilidades: que merme mi trabajo o bien que aumenten y que me vengan a “estudiar” en vivo y en directo.
La que debe estar como loca es la madre de Melisa, ya que su hija y su ex esposo son habitués también.
Esta mañana, para mi sorpresa, fuimos como diez personas las que desayunamos allí. Este horario es una apuesta de los chicos, más que todo de activismo: un bar a toda hora. Es sano, va en contra de lo esperado. Queda en vos tu decisión: voy o no voy. Me la banco o no.
Esta mañana me llamó la atención una piba muy jovencita, yo creo que tiene menos de veinte años. Cabello muy largo, unas gafitas negras que se sacaba y se ponía, un morral verde ya desgastado, jeans y camisa con chaleco. Fumaba nerviosa mientras leía y tomaba notas. Traté de ver con quiénes estaba acompañada: Susana Thénon, Diana Bellessi y Juana de Ibarburú. Esta última me llamó la atención, de todas formas ese terceto es maravilloso para ser devorado en un bar LGTB, a las 9:30 de la mañana, con un solcito que pegaba despacio en un rincón de la mesa.
La chica anotaba y anotaba, diría casi con fiebre, en un cuaderno. Vaya a saber una qué escribía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta, nada más.

Anónimo dijo...

Linda historia.

Anónimo dijo...

Esa maldita manía que no podemos sacarnos de encima los que amamos la literatura de espiar qué está leyendo el de la mesa de al lado o el que está sentado en el otro asiento del colectivo!!! Cuántas veces uno empezaría una conversación con esa gente!