Si cada vez que saco un libro del estante y entro a mirarlo, a abrirlo y leer algo de lo marcado al azar, así, no voy a terminar de embalar, de guardar todo y mudarme de una vez.
Pizzas, buen vino y amigas ayudándome, ¿qué más puedo pedir? Aquí están: Amanda, su hija Sara, Bárbara, una amiga de ella, Rocío, y Renata, sí ella también está. Las demás no saben nada de nuestra charla del otro día, y cada vez que se cruzan las miradas es como un río de energía. Cuántas ganas tengo de nadarlo, pero no, por ahora no.
Recién ayer me llamó, se enteró que venían a ayudarme y se ofreció ella también. Me preguntó cómo estaba, si había estado pensando en algo en especial. Le dije que mi pensamiento fue y vino, pero que no había sacado nada claro, por el momento.
Si todo va bien me mudo el 9, día patrio, y Amanda prometió, por más que esté sin orden mi casa, que llevaría locro para todas. Riquísima promesa.
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lunes, julio 03, 2006
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