Tirada en la cama miro el techo de la que fuera mi casa, en mi niñez. Hoy vuelvo a ella más vieja, cansada, pero con ganas de seguir jugando en su patio, de correr por su galería.
Es raro, pero me pareció haber escuchado la voz de mi madre, me pareció escuchar los ecos de mi risa.
Amanda me dijo que es una casa grande para una persona sola, “te hubiera convenido quedarte en el departamento y alquilar o vender esta”.
No. Quería volver, aunque más no sea por un tiempo, quería volver a darle un sentido después de haber descubierto todo ese lado desconocido de la vida de mi madre, de mí, y que aún no puedo compartir aquí, que no quiero hacer público.
Renata me llama cada tardecita, que cómo estoy, que cómo va el acomodamiento de la casa, que si necesito ayuda. Le dije que me reservo el acomodar las bibliotecas con ella; se puso contenta con esa promesa, yo también.
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miércoles, julio 12, 2006
Deja vu
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