miércoles, octubre 12, 2005

Las sombras de las miradas

Anoche estuve charlando largo y sereno con mi amiga del alma Amanda. Hablamos de nuestras juventudes, de la militancia, de cuando estábamos conectadas con nuestro lado más artístico (ella solía hacer danzas, y más tarde se dedicó a la fotografía).
Charlamos sobre sus dudas respecto a Sara, su hija. A ella le parece que tiene más onda lésbica que hétero. “Si llega a ser así, la madrina se hará cargo”, me dijo. Yo le contesté qué claro! después voy a tener más dolores de cabeza.
Hablamos de cómo han aparecido muchachas muy jóvenes en mi vida, cómo me marcó una en especial, y me marca (Melisa), y la nueva, Andrea.
Le dije que a veces me siento como una especie de vampira chupando sangre joven, energía. Pero es algo más fuerte que yo: llegan, me remueven el alma, y me tienen allí: en la palma de sus manos.

Parece que a Meli le está yendo muy bien en la Escuela de Diseño. Sigue recorriendo París, haciéndolo suyo. Mi idea es poder ir hacia el final de su beca, y que nos quedemos para las fiestas. Quiero ver un París nevado, de nuevo.

A Andrea no la ví, no pasó ni por la librería ni por el bar. Tampoco la llamé. Tengo el papelito en que lo anotó siempre cerca de mis dedos, saliéndose de la agenda. Pero no me da por llamarla. Creo que esto tiene que ver con el “atesorar”. No sé quizá este loca. Amanda me diría: “sin duda alguna”.

2 comentarios:

VIOLETA dijo...

Soy 11 años mayor que mi pareja ¡que mierda! su juventud es adorable, tan diferente a la mía y sí, su energía logra darle energía a mi vida.
No estas loca...es puro miedo

Tu conciencia dijo...

La edad, ¿qué edad?
Una pequeña de adulta y una adulta como pequeña...
Entre ellas, un punto intermedio:
¿adolesencia?
Si al final, todos adolecemos de experiencia.