domingo, octubre 09, 2005

Reminiscencia

Hoy salí caminar temprano, y terminé pasando por mi oficina para buscar una agenda. Como el bar de la esquina estaba abierto, fui y decidí tomarme un capuccino. Como desde hace unas semanas desayuno en casa o en "La Mariposa", había dejado de venir por acá.
El aroma del brebaje fue como la madalena para el personaje de Proust: una invasión de recuerdos.
Me dejé llevar por ellos, y en ellos estaban las mujeres que han entrado, de alguna manera, en mi vida.
Me perdí en esas imágenes, navegué esas aguas casi amnióticas. Degusté la placenta del amor, como una gata paridora. Ellas me han dado vida, y yo a ellas. Un ida y vuelta energético, amoroso.
Cuánto es lo pasado en tan poco tiempo. Cuánto significa todo lo pasado con ellas. Entre ellas sobresale Melisa, sin duda alguna, y aquello que ella despierta y enciende en mí.
No es comparar, ella aparece allí, con su fuerza, con su inteligencia, con su osadía. Yo aparezco allí casi como una igual, primero con miedo, luego dejándome atrapar por ese torbellino, y luego creando yo otros torbellinos nuevos.
No me arrepiento. Creo que ambas estamos creando un espacio de amor y solidaridad.
Pero qué fuerte el aroma, yo quería hablar de los aromas y los recuerdos que evocan. El capuccino me hizo doler el sexo. La recordé a Melisa aquella tarde jugando al pinball. Recuerdo sus piercings. Recuerdo mis miedos, sus avances. El aroma y los gestos del amor convocado.
¿Andrea tiene su aroma? Creo que es el de los libros viejos, pero no se ha instalado en mí, dudo que lo haga. Los libros viejos me recuerdan a otra amiga, pero no viene al caso.

No hay comentarios.: