La fiesta salió de 10. Sara estuvo muy contenta y fueron más de 100 personas.
Yo me dediqué a qué todo lo necesario no faltara y a tomar unas cervezas. La cerveza me relaja y realmente necesitaba estar menos tensa.
Entre los pedidos de Sara constaban una mesa de tenis y dos o tres máquinas pinball. Tanto a su madre como a mí nos pareció una buena idea.
A eso de las dos o tres horas de empezada la fiesta, mas bien informal, quiero decir con esto: sin vestido especial, etc., me percaté que en la máquina del Dr. Who estaba una misma chica jugando ya hacía un rato. Había una latita bock sobre la caja del juego, por lo que deduje que más de 18 años debería tener.
Me llamó la atención cuando empecé a sentir cómo le iba sacando juegos a la máquina. Me acerqué y vi el puntaje. Era realmente increíble.
- Qué bien que jugás.
Silencio concentrado en el juego.
- Yo hace mucho que no lo juego, ya han cerrado casi todas las casas de videogames, añadí.
- Yo solía ir por la avenida, me pasaba horas y sacaba y sacaba juegos gratis.
Ahora yo estaba en silencio. Solía ir a esa misma casa de juegos, años ha.
- Es cuestión de focalizarse y un poco de suerte, me dijo mirándome fijo a los ojos y haciendo una extraña sonrisa, medio de canchera.
Caray. Se me secó la garganta. No me había percatado de su rostro. Piercings en la nariz, arriba del ojo y en la lengua. ¿Cómo lo aguanta? Pero a mí no se me secó la garganta por esos endemoniados metales. No.
- ¿Sos amiga de Sara?
- No. Soy la hermana mayor de una de sus compañeras de escuela. Como suelo prestarle CDs le pareció bien invitarme, y cuando me dijo que habría maquinitas me decidí del todo.
- ¿Cuántos años tenés?
La pelotita de metal se le fue por el fondo, y puteó.
- ¿Y vos?
- Ah no, con esas no! Yo soy la mayor y me tenés que responder.
- Qué sos, la ley también?
Me cago en vos pendeja, pensé.
- No, una amiga de la casa.
Me clavó de nuevo los ojos marrones y me dijo: 22. Soy Melisa.
- Soy ... y tengo casi el doble tuyo. Casi.
Sara rompió la inminente presentación diciéndome que ya era tiempo de la torta.
Sí, Sarita, siempre es bienvenido y llega el tiempo de la torta, dije para mis adentros.
- La seguimos después, le dije a la piba, que ya no me escuchó, ya había acertado con otra pelotita triunfal.
domingo, abril 24, 2005
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