Hoy recibí carta de una vieja amante. En este caso éramos amantes en el sentido tradicional. Ella en pareja, yo más o menos solita y bueh... cuando se dan estas cosas se dan. Algo que yo me juré hace tiempo, fue no despreciar las ocasiones. Ojo: no a todas le digo que sí, ni a todas me les declaro.
Sigo. Recibí carta de E., ex alcohólica y ex violinista. Más bien butch, bombera o como le quieran llamar. Duramos poco: o desafinaba o era demasiado-tipo-hombre para mí.
En su carta me dice que encontró unas cartas mías, esas viejas y amarillas y tiernas cartas. Y que, de golpe, le dio ganas de tomar un café o una cerveza (sic) conmigo.
Parada frente al ventanal que da al parque, me pegaba con el sobre en mi mano izquierda, con ese gesto de duda tan típico de telenovela ¿latinoamericana?
Miré hacia atrás... en mi memoria, y los recuerdos que pude encontrar no eran tan seductores. No. E. no es Dolores. ¿Y por qué cuernos la pongo a la otra con inicial? Elsa. Elsa. No. No es un nombre que me suene para ahora.
Sólo imaginarme con ella en la cama me da mucho frío al alma, y es como una penetración constante. Uf. LO que yo ando necesitando es una fogata, y algo más tribádico. Roce, fuego y fulgor. Ars amandi.
lunes, abril 18, 2005
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