Cuando abrí la puerta era Sara nomás, con un par de bolsitas: en una las pelis en un par de DVD grabados por un amigo y en la otra un par de gaseosas “para toda la noche”, agregó, “y mami te manda este vino”. Era un Syrah, exquisito.
Como era de esperar, tuvimos que empezar por la comida y le enseñé a hacer un arroz con vegetales a las especias que está de rechupete. Sarita se anotó todo, y charlamos un rato sobre la “cuestión erótica” del arte culinario.
Aquella me corría por lo más obvio: la zanahoria... y todos chistes machistas. No, no pasa por ahí, le decía. Pasa porque los elementos que usás y los aromas y vapores pueden llevarte a cierta excitación, a excitar tus sentidos, y los de las otras personas. Por ejemplo acerle degustar una cucharadita de la comida en cuestión... y cómo le acercás la cuchara, como podés hacer que la acercás y se la sacás... todas esas cosas, y un poco más, que aún no le comenté.
La luz llegó a eso de las 23 hs. así que vimos sólo una película, “Cuando cae la noche”, ya que se tenía que conectar con su cibernovia a eso de las 2 de la mañana.
Sara ya había decido que se quedaba a dormir y que chatearía desde mi máquina. Me pidió que siguiera el chat y que le dijera si me parecía “sincera” la otra chica. Como ya comenté, Carmen tiene 10 años más que Sara.
Acepté sin muchas ganas de meterme en sus cosas tan directamente, pero parece que ella me tiene mucha confianza.
Sin duda alguna, Sara había quedado medio excitada por la peli (quién no me pregunto yo) y esta chica en cierto momento intentó llevarla para el camino del cybersex. Sara me comentó, muy colorada, “Hace ya semanas que lo intenta, y yo le digo que no. Que es ridículo.” La puedo entender, puedo entender su confusión, su verguenza, su urgencia y su creciente amor para con esa muchacha.
Casi sin que se diera cuenta, la dejé chateando, sola, en mi dormitorio a donde nos habíamos instalado a ver la película.
La dejé allí para que pudiera hablar con la otra sin tapujos y que yo no fuera una excusa para sentirse “mojigata”.
Yo me tiré en el living, con la gata, mirando hacia la tormenta que aún continuaba afuera. Me puse un poco de Etheridge, y me iba entredurmiendo cuando me pareció escuchar un sonido algo familiar, eróticamente familiar, que provenía del dormitorio.
Creo que la muchacha trasandina ganó en sus pedidos o bien Patricia Rozema con su película hizo que Sara tocará a la puerta de la diosa, esta vez, sola y por sí misma.
Me quedé en el living, y me dormí. A eso de las 7 de la mañana me despertaron con mate, como si nada hubiera pasado, comentamos algo de la peli y de los chats en general, y Sarita marchó hacia su casa, para poder ir luego a la escuela.
Yo me quedé con un fueguito adentro, que mejor me pido los ñoquis de los 29 en la rotisería de la esquina, y ni me acerco a la cocina.
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4 comentarios:
aaaah pues me parece maravilloso que la gata y tu se hayan retirado a dejar a la mujer amar por la computadora...
te invito al limonero...
saludos!
Hola LLA, yo amaso los ñoquis y vos ponés el vino, querés?
Saludos, con fueguito adentro, Lu
Hola! Primera vez que te dejo comentario, pero mil veces que leo tu blog. Decirte que me gusta es poco, mas bien te digo que tus entradas suenan demasiado bien a mis ojos.
Me despido con un amargo montevideano desde las montañas de California. Chau.
hola linda cena...voy a probar con mi linda amiga el ensueño de las artes del puchero...un beso Joana
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