No sé por qué cada vez que escribo me siento como que estoy a la defensiva, ¿de qué? Una piensa que lo que piensan las otras personas no la afectan, pero se ve que sí. El trabajo es bien subterráneo. Es esto lo que me hace enojar cuando algunas paquis me dicen que las lesbianas nos quejamos y que mitificamos mucho lo del closet, o lo del armario. Es decir no ser visibles, o mejor, el no poder hacernos visible porque peligra el trabajo, te puedan rajar de tu casa, tus amigas y amigos te ignoran o empiezan a decirte o tratarte como una enferma.
Charlamos algo de esto con Melisa. Sobre su familia no habla mucho, aún, y yo no quiero apurarla. Con sus amigas o allegados parece que la tiene clara. Esto de poder ir por la vida y poder decir: mi compañera/o es XX y que esas XX no sean un nombre de hombre (en el caso de las lesbianas), que disfrazaría a la verdadera persona.
No es fácil ir de frente, decir qué sos, en realidad qué sentís y con quién lo sentís. Es todo un proceso. Pero hay momentos que la lesbohomofobia me acecha, y no es bueno. Para nada.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario